Capricho dramático en dos actos en verso.
2 de Setiembre de 1837.El siguiente Capricho, al que realmente no se puede llamar drama, está escrito para una persona determinada y en determinadas circunstancias. El Autor espera que el pùblico le acoja benignamente, y la persona á quien vá dirigido, le reciba como prueba de amistad.
A D. Miguel de los Santos Álvarez
20 de Enero de 1836
Personajes
Pablo Roman.
Alberto.
Julian.
Pereira, portugués
Ana.
Habitacion de Pablo Roman, de aspecto casi miserable; una mesa, sillas, papeles, dibujos y en un caballete un retrato sin concluir.—Unos floretes colgados en la pared.
ALBERTO. Suerte por cierto cruel.
ROMAN.
Brindemos juntos con él
A nuestra separacion.
Mañana, lo mismo que hoy,
Traerá sus horas el dia;
Nos queda nuestra alegría
En el alma, Alberto.
ALBERTO. Estoy
De ello penado en extremo.
¿No hay mas remedio, Roman?
ROMAN.
Los dias vienen y van,
Y que no ha de llegar temo
El mío.
ALBERTO.
La suerte acaso
Te guarda mejor fortuna.
ROMAN.
Es tardía, es importuna,
Y en impaciencia me abraso.
¡Tantas horas de esperar,
Tantos dias de dolor,
Aguardando otro mejor
Que jamás ha de llegar!
¡Y soñando gloria y nombre
Sentado al dintel de un cielo,
Arrastrarse por el suelo
Bajo la planta del hombre!
No mas, Alberto, por Dios,
Hoy es nuestra despedida:
Tal vez otra en esta vida
Nos hallarémos los dos.
ALBERTO. Roman, ¿y así se abandona
Tanto afan, tanta esperanza?
¿Sin amargura se alcanza
Esa soñada corona?
Trabaja, sufre y espera,
Que en el sufrir y esperar
Está acaso el encontrar
Esa fama venidera.
ROMAN.
Decidido, Alberto, estoy;
De nosotros olvidados,
Ó famosos ó ignorados,
Bebamos alegres hoy.
Nuestro es el dia presente,
De los necios el mañana,
La vida es corta y liviana
Para todos igualmente.
Soñé desde que nací
Esos fantasmas de gloria,
Y hoy no encuentro en mi memoria
Un recuerdo para mí.
Todo en la tierra es vacío
La amargura y el placer,
Y mañana, y hoy, y ayer
Presa son del tiempo impío.
Riamos pues y cantemos
El alma de llanto agena,
Que tal vez la será en pena
El tiempo que no gocemos.
Mira, mil veces pensé,
Que solo al cuerpo convida
Con ocio y placer la vida,
Pero al alma ¿para qué?
Este cuerpo es un encierro
Del otro mundo antesala,
Vida el cielo le señala,
Muere y acaba el destierro.
Si el cuerpo no ha de vivir,
Acertado á fé es dejar
Al ánima descansar,
Y al tiempo inútil morir.
ALBERTO.
¿Y tu entusiasmo Roman?
¿Tu ambicioso pensamiento?
ROMAN.
Borrándose con el viento,
Las cosas del mundo van.
Ambicion tuve de ser
Grande, y dejar en la historia
Famosa y alta memoria,
Pero esto, Alberto, era ayer.
Hoy hallé mi corazon,
Menos osado, mas frio.
Juzgué ese afan desvarío,
Y lugar dí á la razon.
ALBERTO.
Á tu razon extraviada,
Y á tu ambicion no cumplida.
ROMAN.
Y, francamente, esta vida
No creo merezca nada.
El mundo es jaula de locos,
Los mas locos gozan mas;
Mas son pocos.
ALBERTO.
Y ¿no harás
Por ser, Roman, de los pocos?
El mundo será ilusion,
Locura será cual dices,
Mas si hay tristes y hay felices,
Algunos mejores son.
Si el poder y la riqueza,
El orgullo y la hermosura
Son por cierto una locura,
En la locura hay grandeza.
Ese sublime entusiasmo
Que ayer existia en tí,
Hoy ¿no te merece, dí
Nada?
ROMAN.
A lo mas un sarcasmo.
Porque hoy veo mas que ayer,
Y esos fantasmas de oro,
Esos sueños que hoy adoro,
Mañana he de aborrecer.
En fin yo quiero reir,
Cantar, beber y esperar
El dia en que ha de acabar
Nuestra mision de sufrir.
Ese es mi último doblon,
Y hoy es nuestra despedida,
Si ha de ser en esta vida
De eterna separacion...
ALBERTO.
¡Ah! ¿Estas loco?
ROMAN.
Loco estoy.
ALBERTO.
¿Eterna ha de ser? ¿Por qué?
ROMAN.
No hablemos mas: no lo sé;
Pero un dia grande es hoy.
ALBERTO.
¡Maldita ambicion de ser
Mas de lo que puede un hombre!
¡Maldita ambicion de un nombre
con que no hemos de poder!
Sí, ¡maldita esa locura,
Bastarda pasion impura,
de querer ganar la altura
Sin pisar un escalon.
Apagóse su osadía,
Y hoy es un último dia...,
¡Ay! ¡Para volar tenia
Alas en el corazon!
Y por cierto, él es poeta,
Grande el alma como el mundo;
Mas por no ser el segundo
A la nada se sujeta.
ROMAN.
Pues, señor, ponche tenemos.
Con él la memoria ahoguemos,
Cuando borrachos estemos
En nada hemos de pensar.
¿Á qué es ese abatimiento?
Yo quiero verte contento;
Si al fin, placer y tormento
Con el tiempo han de acabar.
¡Ola! ¡Otro interlocutor!
Sin duda ha errado el camino.
Á la puerta del vecino
Si sois un acrëedor.
JULIAN, DentroJULIAN.
Mas á tiempo no viniera
Á descomunal quimera
Contra los moros del Cid.
JULIAN.
Y ¿á qué santo es la funcion?
ROMAN.
Á mi mudanza de vida.
JULIAN.
Con esa resolucion
La difunta inquisicion
Se diera por bien servida.
Una conversion tamaña
Eco hallará en toda España.
¡Pues debajo del sayal
No será mala cucaña
Este in folio de moral!
ROMAN.
Pero hombre ven, óyeme...
JULIAN.
¿Qué mas tienes que añadir?
ROMAN.
Mira, de hoy mas no seré...
JULIAN.
¿Pues no lo acabo de oir?
No digas mas ¿Para qué?
ROMAN.
¡Loco! Ya no hay poesía
Ni bellas artes en mí.
ALBERTO.
¡Locura es la tal porfía!
ROMAN.
Este es el último dia
Que estamos juntos así.
JULIAN.
¿Esa es pulla?
ROMAN.
No por cierto.
JULIAN.
¿Con qué me hablas en verdad?
ROMAN.
Sí.
JULIAN, Con énfasis
Ya, si la sociedad
Hoy ya no es mas que un desierto,
El mundo es la soledad.
¿Con que versos y pinceles
Y esperanzas ¡piff! volaron?
ROMAN.
Cabal.
JULIAN.
¡Ah! Son oropeles.
¡Sin renombre y sin laureles
Cuántos hombres se olvidaron!
Decir que lo pienses bien
Es inútil advertencia,
Tú lo quieres, tú lo ten.
¿Hay ponche? Pues en conciencia
No hay mas que decir amen.
ROMAN.
Pues al ponche. Ya está aquí—
Un mozo entra la ponchera.
JULIAN.
¡Ó que campo de batalla
Veo delante de mí!
El ponche es el cielo, si.
Vida en el ponche se halla.
Á esa transparente llama
Que por las orlas del vaso
Color y calor derrama,
¿Qué corazon no se inflama?
Yo en inspiracion me abraso.
Ese azul vago, flotante,
Remedo del firmamento,
hace que el poeta cante,
Hace atrevido al amante
Y ahoga el remordimiento.
Él hace del tiempo impío
Horas de calma y placer,
Al corazon presta brio,
Y va un hombre á un desafío
Bien seguro de volver.
¡Amigos! al agua penas,
Paraiso es la embriaguez;
Gocémos horas serenas,
Que éstas tenemos apenas
Por la postrimera vez.
ROMAN.
Inagotable, fecunda
Soltaste la taravilla:
¡Fraseologia tremebunda!
JULIAN.
Bebamos y ancha Castilla,
Que el universo se hunda
Un momento de pausa.
Aquí noto tu talento,
El mundo vas á dejar
Con nobleza y ardimiento.
ROMAN.
¿A qué tristeza mostrar
Cuando le dejo contento?
JULIAN.
¡Famoso! Es cosa hechicera
Dejar la literatura,
Las artes... Ser un cualquiera,
Y entrar en la vida oscura
Por puertas de borrachera
ROMAN.
Bebamos. Al ponche, Alberto,
No tengas duelo por mí.
Para todos está abierto
Ese porvenir incierto,
Que no vemos desde aquí.
Vendrá tardía ó temprana
Nuestra buena ó mala hora,
Y en esta vida liviana
Si feliz me encuentro ahora
¿Por qué pensar en mañana?
ALBERTO. Levantándose de repente, y disponiéndose á beber.
Tienes razon; tú lo quieres,
Y tú quién lo ha de arrostrar
Solamente, Roman, eres,
Y es inútil derramar
Lágrimas en tus placeres.
Bebamos.
ROMAN.
Hablaste al fin
como debe un literato.
JULIAN.
Hoy es nuestro San Martin.
No queda vaso ni plato
Útil en nuestro confin.
Se sientan, fuman y beben.
¿Con que desde hoy nueva vida?
¡Determincion extrema!
Cuanto mas desconocida
Mas la novedad convida.
ALBERTO.
Cada loco con su tema.
JULIAN.
Del disgusto y del placer
Gozamos si es repentino,
Mejor lo nuevo ha de ser;
Por eso si es del vecino
Me enamora la muger.
Pues, señor, yo te aconsejo
Que no te vuelvas atrás,
Siempre fastidia lo viejo.
ROMAN.
Te pagaré tu consejo
Dándote ponche demás.
Desde aqui debe conocerse el efecto de la embriaguez.—
Segun estás de callado
A Alberto
Te sientes, una de dos,
Ó enfermo ó enamorado.
JULIAN.
Ayer estuvo en el prado
Con su muger, vive Dios.
¡Que miserable es, Alberto,
El mundo que vemos!!
ROMAN.
¡Oh!
¿Con que lo hemos descubierto?
ALBERTO.
Que era una muger es cierto,
Pero muger mia, no.
JULIAN.
Nunca lo creyera en tí,
Tú no eres hoy el de ayer.
Mirándole á la cara
ALBERTO.
Pues te engañaste.
JULIAN.
Ó mentí.
Pero hoy como un manequí
Te trae cualquiera muger.
ROMAN, Levantándose con énfasis
¡Con que te vas á casar!
Tu vas á prevaricar.
Lo dije, tus disparates
Contigo vendrán á dar
En una casa de Orates.
¡Tú te casas!
ALBERTO.
Yo me caso.
ROMAN y JULIAN á carcajadas.
¡Se casa!
JULIAN, Con el vaso en la mano.
¡Salve, oh sesudo
Marido! Levanta el vaso,
Con un brindis nada escaso
Yo, marido te saludo.
¡Salud! Piadosos los cielos
Larga sucesion te dén:
Contínuas fiestas de zelos,
Matrimoniales consuelos
Que se asomen á tu sien.
ROMAN.
Y escribas matrimonial
Misantrópica y difusa
Sobre el amor conyugal
Una obra espiritual
Á los niños de la inclusa.
Alberto bebe sin interrupcion.
JULIAN.
Sí, lo mejor que has de hacer
Es emborracharte.
ROMAN.
¡Bravo!
¡Lo entiendes! Con no atender
Lo que quieras ha de ser.
JULIAN.
El estoicismo alabo.
Pero en conciencia, casarte
Es tremenda necedad.
ALBERTO.
¿Por qué?
JULIAN.
Tú has de enamorarte.
ALBERTO.
¿Y si lo estoy?
JULIAN.
Es verdad
Yo no voy á confesarte.
ROMAN.
¡Lo que es el mundo, Julian!
Es un abismo profundo.
JULIAN.
Hoy es gran dia, Roman,
Unos entran en el mundo
Y otros del mundo se van.
ROMAN.
Poeta predicador,
¿Á dónde vas con tu empeño?
JULIAN.
Déjale siga el sermon:
Sigue, inspirado profeta,
Tu noble predicacion;
La fuente de inspiracion
Es el ponche del poeta.
ALBERTO.
Á vosotros prohibido
Ese sublime placer
Por el señor os ha sido,
Vosotros no habeis bebido
El amor de una muger.
En unos ojos de fuego,
En unos labios rosado,
Cuando os miran extasiados,
Cuando al amoroso ruego
Os besan avergonzados;
Vosotros, hombres de tierra,
Poetas sin corazon,
Cantais del amor la guerra,
Sin saber el bien que encierra
En su inquietud la pasion.
JULIAN.
¡Bravo! bien! mas no digera
Un sacerdote de amor;
Sublime es la borrachera.
ROMAN.
Otro ataque á la ponchera,
Amante predicador.
ALBERTO.
Yo quiero amando vivir
Esclavo en dos ojos bellos,
Sin leer mas porvenir,
Hasta que llegue el morir
Y espire de amor en ellos.
JULIAN, Con una estrepitosa carcajada
¡Borracho completamente!
Mas borracho que los dos.
ROMAN.
¡O ponche! tú solamente
Haces que un hombre se ostente,
Digno remedo ed un Dios.
JULIAN.
Yo la he visto, Alberto, es
Una niña angelical.
¡Oh! Cuando con ella estes,
Vístela blanco cendál
De la cabeza á los pies.
ALBERTO.
Si por cierto, y lo merece;
Es un ángel indeciso,
Que en la tierra de improviso
Por vez primera aparece,
Bajando del paraiso.
Delicada como aroma
De retoñado jardin,
Rosada aurora que asoma...
JULIAN.
Una hurí para Mahoma,
Para Cristo un querubin.
ALBERTO.
¡Silencio! no hay mas placer,
Mas realidad que el amor,
No hay en la tierra otro ser
Con el nombre de señor
Mas digno que la muger.
ROMAN.
Sí, una chicuela coqueta,
Insípida y elegante,
Á tal locura sujeta
Que la echará de poeta,
Y no habrá Dios que la aguante,
Ó una habladora sin tino
De paseos y de modas,
Que á la mitad del camino
Te mienta un amor divino,
Y te engañe como todas.
JULIAN.
¡Cuidado que le ha cogido
De medio á medio la mona.
ROMAN.
¡Y estaba tan comedido!
JULIAN.
La cabeza del marido
Pronostica su corona.
¡Ó siglo matrimonial,
Siglo de paz y de amores,
Centuria patriarcal,
En que los hombres mejores,
Lo suelen hacer mas mal!
Siglo que pasas cantando,
Cantas gimiendo y llorando,
Lloras haciend piruetas,
En tus horas arrastrando
Un enjambre de poetas:
Hoy se despide de tí
Con solemne borrachera,
Un poeta que te diera,
Mas versos, que gozo á mí
El alma de una ponchera,
Y no pienses que te deja
Para un hábito endosar,
Que es pereza que le aqueja,
Es porque quiere dejar
Morirse al alma de vieja.
ROMAN.
Por cierto todo es locura
En este mundo vacío,
Sin trabajo y sin ventura,
Pasaré una vida oscura...
Julian se ríe
¿Te ries? Pues yo me rio.
A Alberto.
Enamorado sublime
Tu te duermes; ¡vive Dios!
JULIAN.
Otra ponchera le anime
ROMAN.
¿No es cierto que tu estás, dime
Mas borracho que los dos?
JULIAN.
Los fantasmas en tu mente
Bullen de tus amorios,
Alza ¡oh poeta demente!
La matrimónica frente,
Pese á estos tiempos impíos.
ALBERTO.
Basta ya, no me aturdais;
Por mas que ambos me digais
Yo me he de casar al fin.
JULIAN.
¡Felices los que encontreis
Una muger serafin!
ROMAN.
Para mí todas iguales
Fuentes de placeres son,
Que nos prestan liberales
Un paraiso de males,
Y un infierno de pasion,
Que sea bonita ó fea,
Que sea noble ó villana,
Las amo de buena gana.
¿Qué importa lo que ella sea
Si la he de dejar mañana?
JULIAN.
Yo tengo por las mas bellas
Las de amores de querellas,
Atrevidas españoles...
ROMAN.
¿Cachetinas de manolas?
¡Pues si me alampo por ellas!
Volviéndose á Alberto que está pensativo.
No señor, no hay que dormir
Á pretexto del licor;
Al oido hemos de ir
Á predicarte el amor
Hasta que le hayas de oir.
ALBERTO.
¡Plugiera Dios que algun dia
Sintierais esa pasion
Con su insufrible agonía,
Bullendo en el alma impía,
Desgarrando el corazon!
JULIAN.
Lo que bulle, Alberto, en tí
Es el ponche.
ROMAN.
¡Vive Dios!
¡Amores!
Una ruidosa carcajada.
Entran en mí,
Por lo menos dos á dos,
Nunca en un amor creí.
Las bellas son inconstantes,
Ingratas y veleidosas,
Las sabidas y elegantes
Son vanas y estravagantes,
Y las feas envidiosas.
Cuando el ron brilla en los ojos
Y hace dos de una ponchera,
La mas fea es hechicera;
Ninguna nos causa enojos
Y es la pasion verdadera.
Bebamos pues, no hay amor.
JULIAN.
Es un fantasma soñado
Quimérico, engañador.
ROMAN.
La muger entre el vapor
Quiero del ponche abrasado.
JULIAN.
Bien dicho, no hay mas amores
Que el fuego de los licores,
Entusiasta visionario.
A ALBERTO.
ALBERTO. Vacilándole las rodillas dic con el mas marcado desprecio.
¡Nunca brotaron las flores
En asqueroso Calvario!
Se arroja sobre una silla completamene borracho. JULIAN y ROMAN rien á
carcajadas.
JULIAN.
¡Pesado el ponche le fué!
Borracho está por mi vida.
ROMAN.
Es que en la mente dormida,
La imágen de su querida
No le deja estar en pié.
Llaman misteriosamente á la puerta. ROMAN mira por la cerradura.
¡Chis! ¡Silencio! una muger—
Ocultaos, me interesa...
Una niña portuguesa
Á quien dejé antes de ayer.
JULIAN Y ALBERTO.
Ábrela.
ROMAN. Empujándolos
Ocúltaos.
JULIAN.
Pues;
Y contigo abandonada...
ROMAN.
No repliqueis: es casada,
Su marido es portugués.
Se ocultan en la alcoba de la derecha.
ANA. Entrando.
Bien me hicistes aguardar.
¿Qué significa esta ausencia?
Faltóme ya la paciencia
Y al fin te vengo á buscar.
Una enfermedad creí
Que te agoviara, mas veo
Que lo pasas á deseo
Sin acordarte de mí.
Y ¿ese ponche?... ¿estaban pues
Otros amigos? Veamos...
Proseguid.
ROMAN.
No, lo dejamos
Para concluir despues.
ANA.
¿Cuando?
ROMAN.
Cuando vos salgais.
ANA.
Pues ¿tanto acaso os impido?
ROMAN.
Sí, porque yo me despido
Y mi marcha retardais.
ANA.
¿Te despides?
ROMAN.
Si por cierto.
ANA.
Y ¿á donde vás?
ROMAN.
No lo sé.
ANA.
Y ¿hasta ahora...
ROMAN.
¿Para qué?
Aun era mi viage incierto.
Yo no os lo pude advertir...
Ello es obra del destino.
ANA.
No te comprendo.
ROMAN.
¿Hablo en chino?
Mañana voy á partir.
ANA.
¿Pues cómo? ¿Donde? ¿Por qué?
ROMAN.
Porque me cansa Madrid;
Voy á Valencia del Cid,
Y el cómo, aun yo no lo sé.
ANA.
¡Ingrato! y con tanto amor...
ROMAN.
Nunca señora, os he amado.
ANA.
¡Infame! ¿no lo has jurado?
ROMAN.
Soy de oficio jurador.
ANA.
¡Ingrato! ¿Tanta pasion
No ha podido hacerte amar?
¿Ni un recuerdo ha de guardar
De mi amor tu corazon?
Yo te amé porque me amabas,
Me lo juraste y mentias,
Si entonces no me querias,
¿Por qué traidor me engañabas?
¿Tal juramento olvidaste
Para abandonarme así?
No, mi honra, no te dí,
Tú Roman me la quitaste.
Vuélvemela, que no es tuya,
Ó dame otra vez tu amor.
ROMAN.
Y ¿quedarémos mejor
Cada uno con la suya?
ANA. Con rabia.
Oye, un hombre que detesto,
Para casarme buscaron,
Á él á la fuerza me ataron,
Pero no bastón con esto.
Ya estaba casada yo,
Cuando en Córdoba te ví,
Todo lo dejé por tí,
Que por tu fortuna, nó.
Tu mentiste tu pasion,
Con palabras tan de fuego
Que en ellas se abrasó luego
El amante corazon.
Y cuando el perjuro Sí
Me recordó mi marido,
Le dije, mio no ha sido
Que otros le dieron por mí.
Entonces era el amor
La pasion que me cegaba,
Pero ahora es...
ROMAN. Sonriendo.
Bien, acaba.
ANA.
La venganza de mi honor.
De aquí no me he de mover
Sin honor, ó sin venganza,
veremos á donde alcanza
La venganza en la muger.
ROMAN.
Y si débil tu virtud...
ANA.
Virtud no necesité...
Que á un hombre á quien nunca amé
Vendieron mi juventud.
¿No tenia yo derecho
Acaso á sentir jamás,
Lo que sienten los demas
Cuando brotó aquí en mi pecho?
Dios puso en el corazon,
De amor la violenta llama,
Díjole al crearle «ama»
Y encerró en él la pasion.
Yo nunca tuve mas de una
Y á tí te la dió mi estrella,
No quiero tener mas que ella,
Y despues d ella ninguna.
Y pues mia mi honra es
Consérvala por tu vida,
Porque tal vez te la pida
Con mas ventaja despues.
ROMAN.
Con harta paciencia oí
Tantos insultos, señora,
Y por mi vida que ahora,
No sé que quereis de mí.
Yo ya no soy el Roman
Que fuí, señora, hasta ayer,
Me canso de querer ser
Lo que otros por mí serán.
Que ó porque malo soy yo
Para el mundo, ó porque él
Sea conmigo cruel
No quiero mas mundo, no.
Hoy le dejo y con él todo,
Hasta que al fin carcomida
Caiga en su nada la vida...
Mostrando los vasos.
Y emprendo el viage beodo.
E fin, ya no soy poeta,
Ni músico, ni pintor,
Y por el mayor amor
No diera ya una pirueta.
Ni soy el mismo de ayer
Ni como ayer siento ya,
Con que vuelvo, claro está,
Al marido la muger.
ANA, Señalando á los vasos.
Si ese remedio sabias
Para apagar el amor,
¿Por qué en el alma el dolor
Tanto tiempo mantenias?
¡Imbécil! tu me jurabas
Que iba á matarte tu pena,
Y de la ficcion agena
Te creí porque llorabas.
Es una disculpa vana
Ahogar el amor; ¡quimera!
Y agotas una ponchera
Dejando el mundo mañana.
Loco, ¿esa es la suerte impía
Con que te agovia el destino?
¿Es ese el fuego divino
De la noble poesía?
¿Es esa, dí, la expresion
De tu mortal amargura,
De esa eterna desventura
Que roe tu corazon?
Y mientras lloraba yo
Tu estabas en una orgía!
ROMAN.
Del mundo salir debia.
ANA.
Y el mundo te rechazó.
Vosotros sois el veneno
De una vieja sociedad,
Parodias de adversidad,
Carcoma del bien ageno,
Cieno de una alma viciada,
Que vais mendigando un nombre
Con que á los ojos del hombre
Vestir de oro vuestra nada.
ROMAN.
¡Tremenda cosa es nacer
En un mundo indiferente
Que ha de tachar de demente
Lo que no ha de comprender!
ANA.
El mundo os comprende, sí,
Esa soñada amargura,
Y deja vuestra locura
Por haber tantas así.
Pero, Roman, yo deliro
¿Me escuchastes? ¡oh! perdon.
De rodillas
Tú estás en mi corazon,
Y en el aire que respiro.
Yo sin tí no he de vivir,
Á la ley he de apelar;
Porque las leyes amar
No pueden, no, prohibir.
Tú serás libre conmigo,
Y sino quieres mi amor
Déjame al menos mi honor
Que yo le tendré contigo.
¡Desdichada!
ROMAN.
¡Ambos á fé
Somos á cuál mas aqui!
Llaman á la puerta.
ANA.
Roman, Roman, héle ahí.
Por Dios vivo, ayúdame.
Llaman otra vez.
ROMAN.
A la otra puerta que es tarde.
PEREIRA, Dentro.
¡Abrid!
ROMAN.
Perdone por Dios,
Hermano.
PEREIRA.
¡Abrid!
ROMAN.
Y van dos.
Idos en paz, Dios os guarde.
ANA.
¡Mi marido! ¡oh, compasion!
Me mata de una estocada.
ROMAN la toma de la mano y la esconde en una alacena que habrá á la
izquierda.
ROMAN.
Aquí. Si es de alma porfiada
Bajará por el balcon!
La oculta.
Maldita sea mi estrella!
Hoy lo pierdo todo yo,
hoy tal vez porque me amó
Vida y honor pierde ella.
A ALBERTO y JULIAN
Salid, ya está el portugués
Á la puerta.
JULIAN.
¡Bravo apuro!
¿Está el pájaro seguro?
ROMAN.
Ya lo veremos despues.
Vuelven á sentarse y beben.
PEREIRA, Dando golpes á la puerta.
Abrid, ó por Dios bendito
Que voy á arrancar la puerta!
ROMAN descorre con mucho tiento el cerrojo
ROMAN.
¡Estúpido! Si está abierta
¿Por qué nos dais tanto grito?
PEREIRA.
¿Pareceles bien señores,
Hacer á un hombre aguardar
Del honor mio?
¿Ignorais que andan dolores
Que pudiera bien tomar
Con este frio?
ROMAN.
¡Delicado viene un hombre!
Podeis decir vuestro nombre,
Y si os place,
Os suplico que os senteis.
JULIAN.
Y que noticias nos deis
Del tiempo que hace.
PEREIRA.
¿Teneis en saberlo prisa?
Tal vez pese, ¡voto á Dios!
Mucho mi nombre.
ROMAN.
Casi el oiros da risa,
Por mucho que os pese á vos,
Pareceis hombre
Que arrastrarlo bien podeis.
PEREIRA.
Que lo arrastro ya lo veis.
JULIAN.
¡Viven los cielos!
Vos padeceis algun mal!
PEREIRA.
Cierto, y terrible y mortal.
ALBERTO.
Con estos yelos
No tiene nada de extraño.
JULIAN.
Pues en ese caso, amigo,
Cuidaos mucho.
Mirad que os puede hacer daño...
PEREIRA.
¿El tiempo que estais conmigo
Y el que os escucho?
JULIAN.
Sí por cierto, mas bebed.
PEREIRA.
Milgracias, no tengo sed,
Os lo agradezco.
ROMAN.
Decid al fin que quereis,
Si este favor que me hareis
De vos merezco.
ROMAN.
Por mi vida
Que habeis errado la casa.
JULIAN.
El otro cuarto
Será el de vuestra querida.
PEREIRA.
Tengo la paciencia escasa.
JULIAN.
¡Me teneis harto!
ROMAN.
Parece su señoría
Natural de Andalucía,
En lo atrevido.
JULIAN.
Ó márchese en el momento,
Ó diga en este aposento
Que se ha perdido.
PEREIRA.
¿No lo habeis adivinado?
Una muger busco aquí
Que entró hace poco.
JULIAN.
Vuelvo á decir
Que estais loco de remate.
ALBERTO.
Dejad ese disparate
Ya os podeis ir
Á la calle.
JULIAN.
¿Una querida
Venís á buscar aquí?
Chicos vamos,
Esto es ya cosa perdida.
El rostro en ponche por mí
Le bañamos.
ALBERTO.
Famosa idea por Dios!
Le sacamos entre dos
Muy formalmente,
Y le uramos su mal
Llevándole al hospital
Por demente.
ROMAN.
Ea ¡fuera!
JULIAN.
¡Majadero!
¿Venís entre literatos
á hacer papel!
ROMAN.
Idos de aquí, caballero.
JULIAN.
Á la cabeza los platos,
Fuera con él.
PEREIRA.
¿Conócesme?
ROMAN.
No por cierto.
PEREIRA.
Pues oye; si esa muger
Está aquí, y llego á saber
La verdad, date por muerto.
ROMAN, Levantándose.
Ya nos podemos batir,
Que aunque oculta la tuviera,
Solo cadáver saliera:
Sin ella á fé te has de ir.
PEREIRA.
¿Eres valiente?
ROMAN.
No sé.
PEREIRA.
¿Y te batieras conmigo?
ROMAN.
Nunca evito un enemigo.
PEREIRA.
¿Hubieras temor?
ROMAN.
¿De qué?
PEREIRA.
Eres niño.
ROMAN.
¡Vive Dios!
Que aquí mismo lo veamos.
¡Atrás!
Tomando los floretes.
PEREIRA.
Piénsalo.
ROMAN.
Riñamos;
Que muera uno de los dos.
JULIAN.
Prudencia, señora.
ANA.
¡Cielo!
JULIAN.
Mirad, que es vuestro marido.
ALBERTO.
Caballeros, prohibido
Por las leyes está el duelo;
Batíos en campo raso.
ROMAN.
Aparta ó de una estocada...
ALBERTO.
¡Silencio!
PEREIRA, Tirando el florete.
No tiras nada.
ROMAN.
De aquí no has de dar un paso,
Sin que me mates ó mueras.
PEREIRA.
Tienes la sangre caliente,
Eres jóven y valiente,
Como sois los calaveras:
Me marcho y vuelvo á decir
Que si está aquí mi muger
Dios mismo no ha de valer
Para dejarte vivir.
JULIAN.
Y si él solo, harto no es
Para tan bravo enemigo,
Nos batirémos contigo
Aunque muramos los tres.
JULIAN.
Humos traia.
ALBERTO.
Y los lleva.
JULIAN.
Con ese aire de maton,
Tiene, apuesto, un corazon
Tan blando como una breba.
ROMAN.
¡Famosa es mi despedida
De este mundo fatigoso,
Nunca me paeció hermoso
Sino al exponer la vida.
Bien, volveremos á ver
Ciertamente á ese maton,
¿Qué arriesgo yo en la funcion?
Nada tengo que perder.
JULIAN.
¿Otra vez te has de batir?
ROMAN.
Do quier que nos encontremos.
JULIAN.
Ambos por tí lidiaremos.
ALBERTO.
Y acabamos de sufrir.
ROMAN.
¡Silencio!
Salid señora;
Vida y honra os defendí,
Y á lo mas, dentro de un hora,
Parto muy lejos de aquí.
Á veros no volveré,
Suplicoos pues, que digais
Donde ocultaros querais,
Que yo os acompañaré.
ROMAN.
Dejemos
Suspiros y llantos, Ana,
El sol que saldrá mañana,
Juntos los dos no veremos.
Esta casa abandono hoy,
Y el mundo dejo con ella,
Mi dichosa ó mala estrella
Indolente á esperar voy.
Sin amigos... sin amores,
Sin ningún vínculo aquí,
Habrán de pasar por mí
Horas acaso mejores.
¿Qué decís? ¿Puedo hacer mas?
El camino equivoqué,
Inútil me confesé,
Y humillado vuelvo atrás.
ALBERTO.
Roman ¿no hay remedio alguno?
ROMAN.
Ninguno encuentro.
ANA. De rodillas.
Ah! por Dios!
ROMAN.
Alzad, que me es importuno.
JULIAN.
Si ello, Roman, ha de ser
Y tan á pechos lo quieres,
Tu te sabrás lo que eres,
Y lo que puedes poder.
ROMAN.
Salgamos,
ANA.
¿Y mi marido?
ROMAN.
No temais entre los tres.
JULIAN.
Oscura la noche es
Y lluviosa...
ROMAN.
Se habrá ido.
ANA.
De aquí no salimos, no.
ROMAN.
Pues ved lo que habeis de hacer...
ANA.
Que no tengo aquí de ser,
La que pierda sola yo.
ROMAN.
Ana, si erre mi camino,
¿No es el dolor para mí
Que mi corazon creí
Lleno de un fuego divino?
Ni esperanza, ni fortuna
Quedó ya en el pensamiento.
ANA.
¡Ni el alma en el pecho siento!
ROMAN.
Vamos, ha dado la una.
ROMAN.
Tremenda cosa es nacer
Sin poder adivinar
En este revuelto mar
Que playas hemos de ver:
Tremenda cosa es querer
Lo que en el alma bullir
Sentimos, al percibir
Que es nuestra ánima inmortal
Puestos en un arenal,
Sin saber donde acudir.
Apenas á luz salimos
Engaños y horror probamos,
Donde quiera que miramos
Notamos que nos perdimos.
Una fantasma seguimos
Que solo soñando vemos,
Vacío si la tenemos,
Si la perdemos fortuna:
No acertamos cosa alguna
Por Dios, desde que nacemos.
Fama y gloria codicié,
Porque inmortal me sentí;
Y cuando cerca la ví,
Que era polvo imaginé.
Del mismo amor blasfemé;
Juzguéle sueño distante,
Niño, pobre y vergonzante,
Y hoy que en el alma lo siento
Conozco por mi tormento
Que es rey tirano y gigante.
¡Ay! ¿Soy el mismo yo
Que de esa pasion de ayer
Blasfemé, sin conocer
Que hoy la sentiria? No.
Ya mi alma se abrasó,
Castigo del cielo fué,
Que cuando el alma salvé
De mi ambiciosa inquietud,
Una vida sin virtud,
Alucinado abracé.
¡Ay! ¿Por qué nacen tan bellas,
Bajo formas de muger,
Estrellas que han de hacer ver
El rigor de las estrellas?
Si nuestra vida está en ellas
Y allí nuestra eternidad,
Injusticia es en verdad
Que viéndolas ¡ay! nosotros,
Nos dejen para ser de otros
Miseria y oscuridad.
Alberto amigo, perdon,
Que cuando tu honor ofendo,
Que es en mi delirio entiendo
Mi amor una maldicion.
Errado habrá el corazon,
Pero estaba escrito aquí;
Y hoy, ¡perdon! la adoro, sí;
Que en mi loco desvarío
Eres tu sola, amor mio
Gloria y cielo par mí.
¡Angel de paz y armonía!
Cuando vinistes al suelo
¿Por qué no dejaste al cielo
El cielo que en tí vivia?
Pero ya en la tierra impía
Tus ojos despues de ver,
¿Cómo amar otra muger?
Que si hay ángeles de amor
Junto al trono del señor,
Angel, Luisa, debes ser.
ROMAN.
¿Me oiste Alberto?
ALBERTO.
Á fé mia,
Que amabas te comprendí.
ROMAN.
Así dige: no creí
Que nadie me escucharía.
ALBERTO.
¿Con que amas?
ROMAN.
Si por cierto.
ALBERTO.
¿Sin esperanza, parece?
ROMAN.
Sí, que mi amor no merece
Amor como el suyo, Alberto.
ALBERTO.
¿No merece? ¿por qué así?
ROMAN.
Porque mi amor, como es mio...
ALBERTO.
Sigue...
ROMAN.
Es indigno, amor impio.
hecho solo para mí.
ALBERTO.
Menos te comprendo ahora.
¿No es acaso una muger?
ROMAN.
Que no se puede querer,
Y que el corazon adora.
ALBERTO.
Pues con ser muger, yo creo
Que hay poder, si ella lo quere;
Pues que fuere como fuere
Nunca la mancha el deseo.
ROMAN.
Si la mancilla: es casada.
ALBERTO.
Pues entonces tu razon...
ROMAN.
Vive Dios, el corazon
Á la razon tiene atada.
Cuando se ama ¿cómo ver
Como ello es, lo que se adora?
Cuando un hombre se enamora,
No sabe de que muger:
Porque acaso destinado
Un ser para otro ser nace,
Y su mala estrella hace
Que tarde se hayan hallado.
Yo la amo, con frenesí
Porque nací para ella:
Peno no quiso mi estrella
Que naciera para mí.
ALBERTO.
¿Luego es de otro?
ROMAN.
Claro está.
Mas quiso la suerte impía
Que el amor la hiciera mía.
ALBERTO.
¿Y te ama?
ROMAN.
Lo dige ya.
ALBERTO.
¿Y eso lloras?
ROMAN.
Eso lloro;
Porque el amar y el morir
No se puede en dos partir,
Y yo parto lo que adoro.
ALBERTO.
¿Y habré de saber si es
Muger de tal condicion?
ROMAN.
Que se arrastra el corazon
Desesperado á sus pies:
Que es noble, rica y agena.
Anciano en mi juventud,
Nací pobre, y sin virtud
Que oponer á tanta pena.
Sufrí borrasca espantosa
De pasiones encontradas,
Que estudieron encerradas
En una alma irreligiosa;
Porque mi existencia inquieta
Con impaciencia sufrí,
Y hoy tiene gusano aquí,
Con corazon de poeta.
Que el mundo surcando voy
En pos de un angel muger,
Que es mia, y no la he de ver
Por no ser yo lo que soy.
ALBERTO.
¡Desgraciado! Al fin comprendes
El rigor de tu fortuna,
Y á esa fantasma importuna
Tu misma mano le tiendes.
Mucho, sí, quisiste ser,
Mucho hubiste de dejar,
Que para á mucho llegar,
Mucho es preciso querer.
Y hoy te ves triste, indeciso
En un vacilar eterno,
Con el alma en un infierno,
La vista en un paraiso.
ROMAN.
¡Un paraiso! y jamás
habré yo de entrar en él.
Un paraiso de hiel!
ALBERTO.
Que al fin de apurar habrás.
ROMAN.
¡Apurarlo! ya lo sé.
Tal tormento se me alcanza:
Sin gloria, sin esperanza...
ALBERTO.
Sin esperanza ¿por qué?
ROMAN.
Porque vinimos al suelo
Con un corazon que encierra
La miseria de la tierra,
La ambicion de todo un cielo.
¿Por qué no nos dió una estrella
Dios, que en esta oscuridad,
Mirando su claridad,
Nos guiáramos por ella?
Pero nacer á sufrir,
Sufrir y el término errar,
Llegar el dia de amar
Y al tiempo de amar, morir...
Injusto es, Alberto, á fé.
ALBERTO.
(¡Desgraciado! loco está:
No piensa en lo que será,
Y ha olvidado lo que fué.)
¿Y hoy el mismo Roman eres
Que no creias ayer
Que el amor á una muger
Mas es pasion, que placeres?
Tarde al fin has conocido
Que amor nuestro pecho encierra.
ROMAN.
Tanto esa idea me aterra,
Que quiero no haber nacido.
ALBERTO.
Tal vez es tarde, Roman,
Mas á curar ese amor,
Tiempo y lágrimas serán
La medicina mejor.
ROMAN.
Lágrimas, Alberto, no;
Las derramé en la niñez:
Vertílas ¡ay! de una vez,
Y ya no las tengo yo.
Cuando el corazon espera,
Lágrimas tal vez derrama;
Cuando ageno es lo que ama,
No llora, que desespera.
ALBERTO.
¿Tal es en tu corazon
Esa hoguera en que se abras?
ROMAN.
De lo imaginable pasa
El fuego de mi pasion.
ALBERTO.
¿Tan violenta?
ROMAN.
Es un volcan.
ALBERTO.
¿No puede á razon sujeta...?
ROMAN.
No, que es amor de poeta.
ALBERTO.
Tu eres poeta, Roman:
Mas que el amor es la gloria;
Busca gloria y no el amor,
Esa página de error
Bórrala de la memoria.
ROMAN.
¡La gloria! efímero nombre
Cuyo seductor aliño
Deslumbra el alma del niño,
Pero no el alma del hombre.
¿Que me importa ese laurel,
Si, en llegándole á alcanzar,
Tampoco tengo de hallar
Sino amarguras en él?
El nombre: cualquiera es bueno,
Si todos de muerte igual
Son la sentencia fatal,
Y abrigan dentro veneno.
ALBERTO.
Roman, es fuerza vivir,
Y vivir sin esperar;
Que no podemos amar
Lo que es de otro.
ROMAN.
Pues morir.
ALBERTO.
Morir, Roman, es no ser,
Y en el no ser, no hay amor:
Otro remedio mejor
Á la mano hay que tener.
ROMAN.
¡Vivir sin amar! mentira.
Dile al ave que no cante,
Dila que el vuelo levante
Sin el aire que respira,
Dile que pare al torrente
Al borde de la cascada;
Dila que quede estancada,
Sobre la peña la fuente.
ALBERTO, Con decision.
Roman, no amar es preciso.
ROMAN.
Sin amar ¿como vivir?
Es un infierno sufrir
Con aura de paraiso.
ALBERTO.
¿De vivir no hay mas camino?
ROMAN.
No hay otro.
ALBERTO.
Piénsalo bien.
ROMAN.
Ley tan tiránica ¿quién
Dar puede?
ALBERTO.
Yo y tu destino.
ROMAN.
¿Quién eres tú? ¡Vive Dios!
ALBERTO.
Imbécil, Alberto soy,
Que entre tí y tu amor estoy,
Y el destino entre los dos.
ROMAN.
¡Cielos! ¿y yo mismo fuí
Quien se lo dige? Estoy loco;
Toda mi existencia es poco
Para pagarle ¡ay de mi!
La muerte avara y cruel
Me hubiera al fin consumido,
Si los dias que he vivido
No se los debiera á él.—
Á él, fantasma furioso
Que entre los dos te levantas
Para abrirnos á tus plantas
Un precipicio espantoso:
Sombra airada que tu huesa
Dejaste por mi tormento,
Si ves en mi pensamiento
El pensamiento que pesa,
Y tu perdon no merezco,
Amigo á quien yo rendi...
¡Alberto! huyamos de aquí...
ALBERTO.
¡Infeliz! te compadezco.
ALBERTO.
¡Maldita ambicion de ser
Mas de lo que puede un hombre!
¡Maldita ambicion de un nombre
Con que no hemos de poder!
Contento, ignorado ayer,
Esperabas otro dia,
Y hoy en tu frente sombría
Sentado el abatimiento,
Te saca tu pensamiento
A la odiosa luz del dia.
¡Es tarde, esperanza vana!
Tu quimérica pasion
Se apagó en el corazon
En hora ¡por Dios! temprana.
Vino el esteril mañana,
Ya de ilusiones vacío,
Dudó el corazon impío,
Y la esperanza se hundió:
Arroyo que se perdió
Entre las ondas de un rio.
Abre el cenador y sale Luisa.
ALBERTO.
¿Le oistes? En su amargura
Él á confesarlo vino,
Amarte fue su destino,
Amarle tú fue locura.
LUISA.
Alberto, saben los cielos...
ALBERTO.
Mucho los cielos sabrán
Cuando á los que aman dan
El tormento de los zelos.
LUISA.
¡Perdon! ¡Alberto! está loco,
Al borde del precipicio.
ALBERTO.
Un pequeño sacrificio,
Que los costaba tan poco.
LUISA.
Por Dios, tranquilo repara.
ALBERTO.
¡Silencio, digo, perjura!
Tú el amor y él la locura
Me habeis de pagar bien cara.
LUISA.
¡Perjura! ¿mi corazon
Á quién diera sino á tí?
¿Tanto en llorar te ofendí
Su terrible situacion?
¿No era tu amigo mejor?
¿No te debe su existencia?
Y tenerle en tu presencia,
¿No era tu gozo mayor?
Si en compadecerle erré,
Y él puso su amor en mí,
El que amaba pecó, sí,
Mas yo que escuchaba ¿en qué?
ALBERTO.
Silo oiste ¿por qué luego
De tí no le rechazaste?
¿En sus ojos no miraste
De amor el osado fuego?
LUISA.
Le ví, pero contemplé
Un hondo abismo detrás,
Y un poco que huyera mas,
Faltara á la tierra el pie.
Oí su amoroso ruego
Mucho de él compadecida,
Que en ello le iba la vida
Y se la arrancára luego.
¿Tengo yo culpa por Dios
De que su alma violenta
No pueda vivir contenta
Sino dividida en dos?
Recatada habré de ser
Con él, pero ingrata no,
Que si casada soy yo
Nací primero muger.
Nunca he de rechazar
Un corazon desdichado
Que á buscar viene á mi lado
Un sitio donde llorar.
Mucho ofendiste mi honor
Cuando imagina pudiste
Que el amor que tu me diste
Vendiera por otro amor.
Que si por cariño no,
Ni por otro miramiento,
Por cumplir mi juramento
Tu honor te guardára yo.
ALBERTO.
¡Y él frenético te ama!
LUISA.
¿Que daño me hará una hoguera
De que no siento siquier
El resplandor de la llama?
ALBERTO.
¿Con que no le amas?
LUISA.
Por cierto
¿Tu lo pudiste pensar?
¿Á quién Luisa habrá de amar
Despues de amar á su Alberto?
Llora.
ALBERTO.
Mi vida, perdóname,
Que en pensarlo te ofendí;
Los zelos dentro de mí
Á sofocar no alcancé.
Tu no sabes, vida mia,
Lo que es amar, para ver
El amor de una muger
Pasar como el sol de un dia.
Imaginar, que tranquila
Escucha otro nuevo amor
Y en el nuevo adorador
Vierte luz de su pupila.
Porque tus ojos ¡oh Luisa!
La luz del sol arrancaron,
Dióte el alba su sonrisa
Y tus ojos alumbraron.
Tus ojos ¡ay! me hechizaron,
Hija del cielo español.
Si así alumbró tu arrebol.
¿Cómo subrir que importuno
Gozar pudiera hombre alguno
Toda la luz de tu sol?
LUISA.
¡Mi esposo!
ALBERTO.
¿Tuyo me llamas?
¡Oh! tuyo, alma mia, sí,
Que vida no siento en mí
Sino porque tu me amas.
LUISA.
Dulce bálsamo derramas
En mi corazon, Alberto,
Con tus palabras, que cierto
Tú me llamaste perjura,
Y de esa voz la amargura
Acaso me hubiera muerto.
ALBERTO.
¡Hermosa! Porque te adoro,
Porque no vivo sin tí
Todo el veneno sentí
de los zelos.
LUISA.
Y ese lloro,
Amor destilado en oro,
Que en tus párpados se mece,
Todo mi amor no merece;
¡Oh! tu labio me lo dice...
ALBERTO.
Y el corazon te bendice
Cuando mi labio enmudece.
Cuando lloro es porque callo,
Que calo y lágrimas vierto;
Porque á hablarte con acierto
Hartas palabras no hallo.
Inútil es intentallo,
Que si inconstante te miro
Apenas hablas te admiro,
Y pueden tal tus razones
Que no hallo reconvenciones,
Te admiro, callo y suspiro.
ROMAN.
¡Gózala en paz! tuya es.
Para tí tiene ella amor,
Que para mí aterrador
Abre un abismo á sus pies.
Si hay otro mundo despues
Allí he de seguirla en pos,
Que acaso disponga Dios
Que cuando un ser ama aquí
Despues de la muerte allí
Hayan de amarse los dos.
LUISA.
Héle allí, sobre su frente
Lleva su destino impío,
su pensamiento sombrío
Bullendo eterno en la mente.
Loco está, pero inocente.
ALBERTO.
Y ¿qué mas pude yo hacer?
Le dí mi casa, mi haber,
Le dí oro, independencia,
Y él en su ciega demencia
Codicia hasta mi muger.
LUISA.
De nobles es perdonar;
Pues que todo lo perdió,
Alberto, si te ofendió,
Enséñale tú á olvidar.
ALBERTO.
¿Y lo que él ha de penar?
LUISA.
Ese será su castigo.
ALBERTO.
Aunque ingrato fue conmigo
Respetaré su dolor,
Que vale tanto el honor
Como la paz de un amigo.
Ya está, Luisa, perdonado,
Tú, amor mio, abrázame
Y perdona.
LUISA.
¿Á tí, de qué?
¿Es delirio haberme amado?
LUISA.
Ya era tiempo desdichado
De conocerte á tí mismo,
De tu indolente egoismo,
De tu avara ceguedad
No es madre la sociedad,
Es la puerta de un abismo.
LUISA.
¿Qué haceis?
ROMAN.
¡Qué he de hacer! Llorar.
LUISA.
¿Llorar? No alcanzo razon.
ROMAN.
¡Ah! vuestra conversacion
Os acabo de escuchar,
Y me partió el corazon.
LUISA.
Puesto que la habeis oido
Nada os tengo que decir,
Veis que amiga vuestra he sido.
ROMAN.
Los que en tal signo han nacido,
Mas les valiera morir.
Amistad le das ahora
Á un alma que tanto os ama,
Mal con un vaso, señora,
Se apaga devoradora
Del vasto incendio la llama.
Nunca los que amor sintieron
En amistad la cambiaron.
LUISA.
Pero olvidarle supieron
Cuando inútil le juzgaron.
ROMAN.
Si eso os han dicho, mintieron.
No sabe lo que es amar
Quien reconoce el olvido,
Que amor pueden ocultar,
Mas no se puede olvidar
Cual si nunca hubiera sido.
LUISA.
Pues ocultadle en el pecho,
Nunca mas lo digais.
ROMAN.
Si á amor no tengo derecho,
Mal, señora, me pagais
El daño que me habeis hecho.
Por última vez lo digo,
Te amo, el infierno me fuera
Un paraiso contigo,
Y el infierno mas quisiera
Que el epíteto de amigo.
LUISA.
¿Y qué mas podeis pedir,
Ni que daros puedo yo,
Si casada he de vivir?
ROMAN.
Á quien todo se negó,
¿Qué ha de poder exigir?
Mi tormentosa fortuna
Nada me dejó querer;
Soñé una gloria importuna,
Quimeras alcancé á ver,
Pero realidad ninguna.
Para esto en mi edad temprana
Sueños de flores soñé,
Por ver que esa imágen vana,
Un sueño por cierto fue
Al despertarme mañana.
LUISA.
¡Ciego! y ese loco amor,
¿No es mas sueño que otro alguno?
Buscad camino mejor.
ROMAN.
Á otro cariño mayor
Ya, señora, no hay ninguno.
LUISA.
Amad la fama, la gloria.
ROMAN.
¿Qué le importa á un corazon
Desesperado, en la historia
Dejar por nombre un borron
En vez de fama y memoria?
Ya sé que el camino erré,
Y que el tiempo que pasó
No ha de volver, ya lo sé;
Pero ya es tarde, y á fé
Que atras no me vuelva yo.
LUISA.
Luego ¿qué pensais?
ROMAN.
Amaros.
LUISA.
¿Y qué habeis de conseguir?
ROMAN.
El placer de idolatraros.
LUISA.
¿Y de eso qué ha de quedar?
ROMAN.
La esperanza de morir.
Si en el amor no creí
Por necedad ó altivez,
Ya que una vez lo sentí,
La vez primera, ¡ay de mí!
Será la postrera vez.
LUISA.
(¡Compasion siento por él!
¡No me resuelto por Dios!)
Hay un medio.
ROMAN.
¡Suerte cruel!
LUISA.
El espacio entre los dos.
LUISA.
Inútil es vuestro amor
Cuando estoy, Roman, casada.
ROMAN.
¿Y ese es el medio mejor?
LUISA.
Yo no encuentro medio á nada
Cuando en ella va el honor.
Pensad desde este momento,
Esa quimera borrar
Del alma y del pensamiento,
Que yo dí mi juramento
Á mi esposo en el altar.
ROMAN.
(Cerróme toda esperanza
De vivir la avara suerte.)
LUISA.
Todo del tiempo se alcanza.
ROMAN.
Sino cede la balanza
Por el lado de la muerte.
LUISA.
¡La muerte!
ROMAN.
¿Y que resta ya
Á quién todo lo perdió?
LUISA.
No, nunca desesperó
El justo.
ROMAN.
¿Y quién os dirá
Que de esos justos soy yo?
LUISA.
(¿Tengo yo, cielos, de ser
Quién de su felicidad
La esperanza he de romper?
Maldita la sociedad
En donde nací muger.)
LUISA, Con energía.
¡Insensato! No lloro
No lloro que considero,
De un marido caballero
Y un galan con él ingrato,
Que el marido es lo primero.
ROMAN.
¡Ya mis sueños se apagaron!
Los fantasmas de la vida
Uno á uno se borraron
Y ya nunca volverán.
¡Seis meses! Madrid, Valencia,
Sueños ó realidades
Como tremenda sentencia
El alma royendo están.
Seis meses en mi memoria
Han encendido una hoguera,
Todo un porvenir de gloria
Está quemándose allí;
Es muy tarde, sin amores,
Sin porvenir ni esperanza,
Esa corona de flores
Es de espinas para mí.
Perdí la luz de mis dias
En ilusiones pueriles,
De mis horas juveniles
Tengo solo... una pasion;
Y esa pasion imposible,
Ese pensamiento eterno,
Me pesa como un infierno
Á plomo en el corazon.
Partiré lejos, muy lejos,
Que el sol de mi amarga vida
Con los últimos reflejos
Alumbra el cuerpo mortal.
¡Adios Luisa encantadora!
¡Adios ofendido amigo!
Oí la tremenda hora...
Tocaban á un funeral.
Escena VIII.
PEREIRA.
Salud, amigo.
ROMAN.
¿Quién vá?
PEREIRA.
Una antigua relacion
Que ya desde otra ocasion
Reconocida os está.
ROMAN.
¿Qué quereis?
PEREIRA.
Pensadlo vos.
ROMAN.
¿Yo? Por todo un firmamento
No cambio de pensamiento
Ni para pensar en Dios.
PEREIRA.
En mal hora creo á fé
Que he llegado.
ROMAN.
Si por cierto.
PEREIRA.
Ese postigo hallé abierto,
Oí vuestra voz y entré.
ROMAN.
Pues bien os podeis marchar,
Porque yo no os quiero oir.
PEREIRA.
Pues bien os lo quiero decir
Y me lo habreis de escuchar.
ROMAN.
Marchaos digo.
PEREIRA.
Á eso vengo:
Y en cumpliendo mi mensage
Ora vez el mismo viage,
Aunque largo, emprender tengo.
ROMAN.
Pues bien, decid ¿que quereis?
PEREIRA.
Vengarme.
PEREIRA.
Pronto no tendrás ninguno
Que malgastarla te impida.
Mira, traidor.
Descubriéndose
ROMAN.
¡Vive Dios!
¡Pereira!
PEREIRA.
Tú mi honor tienes,
Yo quiero tu alma en rehenes
Por fianza de los dos:
Por eso á buscarte vine
Desde Madrid á Valenca,
Por él grita mi conciencia
Que te mate ó te asesine.
ROMAN.
¡Bueno! en mejor ocasion
Venir por él no has podido;
En las manos me has caído
Y sed tiene el corazon.
Vamos.
PEREIRA.
Espera, porque antes,
Una nueva te he de dar
Que siempre han de interesar
Las nuevas á los amantes
Era, seis meses hará,
Una noche oscura, fria,
La lluvia á mares caia;
ROMAN.
Importuno el hombre está.
PEREIRA.
Tres hombres, ébrios los tres,
Que una dama acompañaban,
Las calles atravesaban...
Otro venia despues.
A la incierta luz escasa
De un farol agonizante
Se detuvieron delante
De una miserable casa.
Salió una vieja al encuentro,
Y á la falsa voz de «amigo»
Abrió un estrecho postigo
Y se cerraron por dentro.
Entonces el embozado
Apoyado en el porton,
De los que habian entrado
Oyo la conversacion.
¿Sabes lo que se trató?
De engañar una muger;
Yo la acerté á socorrer
Y á vengarla vengo yo.
Ella te adoraba, sí;
Y pues su honor era mio,
Á acabar el desafío
He venido solo aquí.
ROMAN.
¿Me hablas á mí?
PEREIRA.
La maté.
ROMAN.
Que me importa?
PEREIRA.
¿Por ventura
No la amabas?
ROMAN.
¡Qué locura!
Nunca tal imaginé.
PEREIRA.
¿Luego tú la sedujiste
Tan solo por liviandad?
¿Y ella te amaba?
ROMAN.
Verdad.
PEREIRA.
¿Es verdad?
ROMAN.
Ya lo digiste.
PEREIRA.
No en valde para encontarte
Tanto tiempo me afané,
Que me faltára pensé
El tiempo para matarte.
. . . . . . . . . . .
. . . . . . . . . . .
. . . . . . . . . . .
. . . . . . . . . . .
ROMAN.
Si me matas, y ha de ser
Por mano de caballero,
Que lleves despues espero
Un adios á una muger.
PEREIRA.
Si por cierto.
ROMAN.
Júralo.
PEREIRA.
Sobre aquesta cruz de oro.
¿La amas?
ROMAN.
No, que la adoro.
PEREIRA.
Y ¿te corresponde?
ROMAN.
No.
PEREIRA.
¡Estúpido! loco estás.
¿Cuando vengo por tu vida
De tu amante despedida
Á hacerme correo vas?
¡Imbécil! la he de decir
Que vives libre, contento,
Y que en veinte años, en ciento
No habrás de poder morir.
ROMAN.
¿Por qué, traidor?
PEREIRA.
Porque así
Hago mas fatal tu estrella,
Tu vida la enfada á ella
Y yo me vengo de tí.
Viendo que la rabia de Roman crece.
¿Quieres matarme?
ROMAN.
Ó morir.
PEREIRA.
¿Ó morir?
ROMAN.
Tanto me dá.
PEREIRA.
¿Te herí?
ROMAN.
No sé.
PEREIRA.
Pues seguid...
ROMAN.
Combate á muerte.
LUISA.
¡Dios mio!
ALBERTO.
¡Un combate aquí!
PEREIRA.
Señores, un desafío;
Esto era negocio mio,
PEro ya le concluí.
PEREIRA.
Por una deuda anterior.
LUISA.
¿Una deuda?
ALBERTO.
Era de honor.
PEREIRA.
Por el honor le maté.