Que no a la rosa le plante,
cerco de lanzas el cardo,
ni que vanidoso el nardo,
en dulces lenguas la cante;
ni niebla tan ondulante,
la proteja cautelosa,
ni fuente tan caprichosa,
viole su grácil clausura,
ni sol, ni aire, ni luz pura,
Dejadla, porque es la rosa.