Ahora, cuando el día se viste de ceniza,
cuando el otoño logra ya su fruto perfecto
cuando se muere el rojo estío de las rosas,
cuando os crisantemos inauguran su reino.
Ahora, cuando el vino madura entre las sombras
y las manzanas logran su plenitud exacta,
cuando la niebla tiende su manto de violetsa
y el ruiseñor de octubre se despierta en el alba.
Ahora, cuando la tarde se queda en los cristales
temblando, como una mariposa perdida,
ahora, en e esta luz que se filtra en el aire,
y esta niebla sin luz, dulcísima y sombría.
Ahora es el momento para que el huésped llegue
y que el viento suene la llamada del ángel,
ahora es el instante de inclinar la cabeza
y decir las palabras que no ha de escuchar nadie.