Los cuerpos, aquí están, irremediables.
Bajo los cuerpos sé que nada queda.
Arriba sólo el aire adelgazándose
donde un cielo, implacable, se despeña.
Yo no sé por qué ríos, por qué valles,
por qué oscuros barrancos de la tierra,
vuestra sangre se pierde y se levanta
hasta esas nubes de dolor, proféticas.
El aire se endurece, como un pájaro,
inmensamente helado que muriera.
Y el corazón, el corazón, abriéndose,
se me va desangrando de tristeza.