Yo velaba en la crisis de la soledad nocturna. El retrato de una mujer ideal, única alhaja del aposento, desplegaba mi sobreceño, divertía algunas veces mi inquietud.
Yo lo había conseguido en la subasta de unos muebles gentiles. El matiz de los cabellos me recordó los de una beldad grácil, fantasma del olvido. El pincel de un iluso había persistido inútilmente en imitarlos.
Yo me esforzaba en calar el enigma de una disciplina singular, de un arte secreto, y dibujaba, sin darme cuenta, la cifra de cantidades inéditas.
Me he fatigado hasta el momento de hundirme en un sopor, bajo los dedos de una mano fría de mármol.
Yo desperté en una sala funeral y la recorrí por entero, sorteando las urnas de piedra. En el zócalo de una imagen de la eternidad, cegada por una venda, acerté con el residuo del veneno de Julieta.
#EscritoresVenezolanos (1929) El cielo de esmalte