Ella, la que me amó sin condiciones,
la que floreó con sus valores mi alma,
y justo ahí, donde la idea se empalma
abrió la ruta de mis intuiciones.
Hizo trofeos de capitulaciones,
sembró en mi surco, con entrega y calma,
el cactus, la azucena, lauro y palma,
y alguna hierba para corazones.
Tanto me amó que supo convencerme
que la flor del amor se me daría,
que enfrentara el azar confiado, inerme,
y cuando ya mi estrella no sonría,
cuando mi suerte me abandone y merme,
su recuerdo amoroso intervendría.