Años lleva buscando el reloj que pierdo entre las dos
Una azada metálica de ruidos histriónicos
Su cuerpo se tambalea carmesí
entre las ruedas de motores apagados
y plásticos de anteriores vivencias abandonados.
El tiempo sufrió la espera, quedó parado.
Siguen siendo las tres y cuarto
de un día concreto de hace años.
Mira sirviente las sombras de la arena
pero solo encuentra objetos de valor.
Valor inservible pues el busca su reloj.
Uno que se haya varado debajo
de toneladas de pleamares.
¿Quién fue el relojero?
Era su padre y entre las manijas
o sobre los engranajes aún reposa el cuerpo,
vieja reliquia con vida
que un hijo atormentado
intenta reunir sin resultado.
Muérete viejo, ya de mi alma,
quiero por fin descansar en otra cama.
Estoy atado a la cuerda del buscaoros
y no recuerdo ya porque te buscaba.
Padre muérete en mi ya
tu simple recuerdo me atropella el porvenir.
Y si eso luego, ya instalado en otra cosa,
nos volvemos a buscar.
Juntamos los tiempos, damos la cuerda
y recordamos viejos pasados
con gracia risueña de presentes superados.