Hay olvidos que se recuerdan con fuerza.
Es extraño como el olvido quiere revolcarse bien profundo acompañado del dolor; parece que cada cosa que se olvida duele más porque está arraigada a lo profundo del ser y a toda la construcción que uno ha hecho de sí mismo y de sus múltiples versiones.
Cómo uno puede olvidar lo que pasó en 10 años, 5 años, un año o siquiera la semana pasada.
Sin embargo, hay cosas que quedan marcadas, instaladas en lo más hondo de la memoria, y aún cuando el olvido pelea duro por arrebatarlas es más fuerte lo que evoca el recuerdo que lo que pretende destruir el olvido.