CLXII
Después de verme en el espejo,
en el acmé de mi deplorable visión,
he visto mi reflejo dañado por el estrés,
brillo apagado y colores sin fe.
Imagen desolada en un cúmulo
de los recuerdos del ayer
cegado por el ruido del llanto,
pensé que hace años atrás
sentía amor por buqué.
Pero lo peor es que quando
me pongo à reflexionar,
es que sin importar el maquillaje,
las ropas o la atolondrada voz,
yo nunca seré mujer.
Simplemente me reviso de arriba abajo,
es como si fuese un desconocido más,
pensar que sentía tantas cosas felices,
ahora solamente me provoca plorar.
No quiero amarme,
temo que el día menos pensado
me destruiré más de lo que estoy.
Triste y en soledad permanezco
con esas ridículas remembranzas
que hoy en día ya ni eso son.
Pensar que mañana haya otro día,
me embarga à una pesadilla amarga
donde el león se pierda por el viento
y el cielo caiga por sobrepeso.
Sólo soy un personaje terciario,
parte de una novela trasnochada,
escripta por un escritor deprimente,
de mente inactiva y falso e hipócrita ser.
Centésimo sexagésimo segundo (162.) poemastro de Asurahime (Damas Escrivá).
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