Horacio Castillo

Contrapunto

No tengo cuándo acabar
y me envejezco cantando

José Hernández

des gedenkt man
soweit des heiligen baumen frucht gedheit

(recuerdo memorable
que vivirá mientras el árbol sagrado pueda florecer)

Stefan George

La tarde, sollozando, se inclinó hacia occidente,
los pájaros huyeron hacia los últimos restos del día
y se elevó desde lo más hondo del silencio,
como un rosario, el antiguo contrapunto.
 

El cautivo

 
Pregunté al Pájaro de la Montaña por el Árbol que Canta
y me señaló un bosque y en el bosque un árbol,
pero el árbol era demasiado corpulento para arrancarlo.
“Toma una rama —dijo el Pájaro—y plántala en tu jardín”.
Eso hice: tomé una rama, una pequeña rama
del Árbol que Canta y la planté en mi jardín.
 

El desconocido

 
Ilusión, fantasmagoría, recurso nupcial, maniobra para
exorcizar el misterio.
 

El cautivo

 
Fui flauta y por mí pasó la congoja del mundo,
fui campana y celebré las glorias de la luz,
fui cuerda y me pulsó el pavor de los cuerpos,
fui tambor y redoblé por la materia doliente.
 

El desconocido

 
Eres mudo, tu lengua es lengua de señas.
 

El cautivo

 
Nací con la boca abierta a lo inefable.
 

El desconocido

 
Una boca llena de cal.
 

El cautivo

 
Llena de plomo, llena de excremento, llena de cera, llena de sol.
 

El desconocido

 
La boca de ganso.
 

El cautivo

 
Por la que alguien habló.
 

El desconocido

 
Un coro de ventrílocuos.
 

El cautivo

 
El canto que se canta a sí mismo.
 

El desconocido

 
Croar de ranas.
 

El cautivo

 
Una epopeya de rosas.
 

El desconocido

 
No hay rosas del otro lado.
 

El cautivo

 
Las dejo en el umbral.
 

El desconocido

 
Se pudrirán como tus huesos, bajo la lluvia.
 

El cautivo

 
Sentí su aroma y eso nadie me lo podrá quitar.
 

El desconocido

 
Un perro olfateando la música de las estrellas.
 

El cautivo

 
¿Has recogido alguna vez un pétalo del suelo?
 

El desconocido

 
Recogí arena y la vi correr entre mis dedos.
 

El cautivo

 
Serví a la Belleza y a ella encomiendo mi espíritu.
 
Fui flauta y por mí pasó la congoja del mundo,
fui campana y celebré las glorias de la luz,
fui cuerda y me pulsó el pavor de los cuerpos,
fui tambor y redoblé por la materia doliente.

Poema de alto contenido autobiográfico y palpable belleza:

Quienes lo lean serán testigos de una poesía de variados matices y constante hermosura; versos —epopeya de rosas— dejados, dejadas, ahí, en el umbral de lo desconocido.

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