La tarde, sollozando, se inclinó hacia occidente,
los pájaros huyeron hacia los últimos restos del día
y se elevó desde lo más hondo del silencio,
como un rosario, el antiguo contrapunto.
El cautivo
Pregunté al Pájaro de la Montaña por el Árbol que Canta
y me señaló un bosque y en el bosque un árbol,
pero el árbol era demasiado corpulento para arrancarlo.
“Toma una rama —dijo el Pájaro—y plántala en tu jardín”.
Eso hice: tomé una rama, una pequeña rama
del Árbol que Canta y la planté en mi jardín.
El desconocido
Ilusión, fantasmagoría, recurso nupcial, maniobra para
exorcizar el misterio.
El cautivo
Fui flauta y por mí pasó la congoja del mundo,
fui campana y celebré las glorias de la luz,
fui cuerda y me pulsó el pavor de los cuerpos,
fui tambor y redoblé por la materia doliente.
El desconocido
Eres mudo, tu lengua es lengua de señas.
El cautivo
Nací con la boca abierta a lo inefable.
El desconocido
Una boca llena de cal.
El cautivo
Llena de plomo, llena de excremento, llena de cera, llena de sol.
El desconocido
La boca de ganso.
El cautivo
Por la que alguien habló.
El desconocido
Un coro de ventrílocuos.
El cautivo
El canto que se canta a sí mismo.
El desconocido
Croar de ranas.
El cautivo
Una epopeya de rosas.
El desconocido
No hay rosas del otro lado.
El cautivo
Las dejo en el umbral.
El desconocido
Se pudrirán como tus huesos, bajo la lluvia.
El cautivo
Sentí su aroma y eso nadie me lo podrá quitar.
El desconocido
Un perro olfateando la música de las estrellas.
El cautivo
¿Has recogido alguna vez un pétalo del suelo?
El desconocido
Recogí arena y la vi correr entre mis dedos.
El cautivo
Serví a la Belleza y a ella encomiendo mi espíritu.
Fui flauta y por mí pasó la congoja del mundo,
fui campana y celebré las glorias de la luz,
fui cuerda y me pulsó el pavor de los cuerpos,
fui tambor y redoblé por la materia doliente.