Si Dios no existe, o si de mi se… Y tan sólo al alzar debo la vida Para pasar el mundo, Cual nube tempestuosa el Océano A merced de los vientos,
Jamás puede un tirano La cadena cargar al pueblo fuerte Que enfurecido se alza, lidia, tri… O sufre noble muerte. ¡Pueblos famosos de la antigua Gr…
Amigo de mis horas de tristeza, Ven, alíviame, ven. Por las llanu… Desalado arrebátame, y perdido En la velocidad de tu carrera, Olvide yo mi desventura fiera.
Con dulce llanto bañarán gimiendo El yerto corazón de Childe-Hárold Las vírgenes de Grecia. Su cadáve… Descansará en su patria, circundad… Por los huesos de sabios y de fuer…
¿Por qué el tiempo en sus alas fug… Llevó el siglo dichoso En que abrasaba el pecho en llamas… El canto poderoso, Y a los míseros siervos alentaba
¡Qué! ¡De las ondas el hervor ins… Mece por fin mi lecho estremecido! ¡Otra vez en el Mar!... Dulce a m… Es tu solemne música, Oceano. ¡Oh! ¡cuántas veces en ardientes s…
¡Cuán difícil es al hombre hallar un objeto amable con cuyo amor inefable pueda llamarse feliz! Y si este objeto resulta
Cuando en el éter fúlgido y sereno Arden los astros por la noche umbr… El pecho de feliz melancolía Y confuso pavor siéntese lleno. ¡Ay! ¡así girarán cuando en el sen…
Cuando en mis venas férvidas ardía la fiera juventud, en mis cancione… el tormentoso afán de las pasiones con dolorosas lágrimas vertía. Hoy a ti las dedico, Esposa mía,
Ven, amigo del libre Cosaco; No más tiempo tu gloria dilate: Pronto al robo, arrojado al combat… Alas presta a la muerte fatal. Yo en cu espalda sentado, a los pu…
Fue tiempo en que la docta Poesía De independencia y de poder armada… Al moral universo presidía. Las hijas inmortales de Memoria En inflexible tribunal juzgaban
Es ella, sí: la venerada frente Que adoró mi niñez, de nuevo miro Con profunda emoción, aunque las h… Del tiempo y del dolor tiene graba… He aquí los ojos que mi débil cuna
Manes sacros, alzad de las tumbas, Y atended a mi fúnebre canto, Atendedle, y al férvido llanto En que el rostro me siento inundar… Y con faz menos triste y severa
¡Ay! ¿es verdad? ¿La delicada man… Que al dulce beso del amor convida… Y en sed inflama el anhelante labi… Mis versos escribió; y este consue… Al insano pesar que me devora
¿Aún guardas, árbol querido la cifra ingeniosa y bella con que adornó mi adorada tu solitaria corteza? Bajo tu plácida sombra