Nicolás Guillén

Nadie

Nuestros sueños se juntan en una misma ola.
Se mezclan nuestras sangres en una vena sola.
 
Nuestra tierra conoce sus asesinos. Clama,
alza la voz, enciende su vengativa llama,
 
une sus tempestades, sus duros ríos mueve
en su verde cintura y en su frente de nieve.
 
El indio va sin ropas, pero su mano es dura.
El negro ríe: enseña su blanca dentadura.
 
Tiembla el agrio verdugo que nos unció a su yugo.
Él siente nuestros pasos. Él los siente, el verdugo.
 
Él oye nuestros gritos; ve nuestras manos juntas,
que forman una estrella millonaria de puntas.
 
Aquí estamos. Ya nadie nos podrá detener.
Ni matar. Ni robar. Ni amarrar. Ni vender.
Préféré par...
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