Gregorio Hozpina

Oda al roble “Ago”

Un homenaje a Álvaro Ospina Ortiz (padre, abuelo, compañero)

¿Qué más se le puede pedir a la vida cuando ella ya dio todo lo que se le pidió? Esta es la historia del roble al que la vida le dio la más mágica de todas las experiencias, las cuales lo ayudaron a que su tronco creciera siempre espigado, fuerte y sabio. Es este, entonces, un homenaje a aquel árbol cuya lucha siempre ha sido la de dar vida a todo lo que toca, tal como lo fue algún rey Midas.

No hace mucho tiempo, casi un siglo, fue plantado dicho roble en las montañas andinas de una región de un país cuyo nombre describe a la Tierra de Colón. Acá empieza lo que fue el inicio de una vida llena de aventuras terrenales, conociendo a profundidad lo que sería el trabajo con la tierra madre. Su cultura única sería la de aprovechar la naturaleza para dar de comer a todo aquel que estuviera necesitado y dar de vivir a aquel que estuviera perdido.

Su viaje siempre ha sido emprendido dentro de estas montañas mágicas andinas: desde páramos, hasta sabanas; desde ríos hasta quebradas; desde el calor hasta el frío. En cada paso, su energía quedaba intacta en los seres dormidos, generando un sentimiento estruendoso de vida: donde nunca hay cansancio; en el que el aburrimiento se duerme y la acción está despierta hasta en los sueños. Es así como su viaje ha tenido su rumbo, cuya brújula nunca ha perdido su norte a pesar de las tormentas y huracanes; y cuyas piernas jamás han dejado de moverse a pesar de los tropiezos y caídas sufridas.

Su viaje ha forjado en este roble una personalidad bastante curiosa, pues es una mezcla de amabilidad con una pizca de seriedad tosca; añadiéndole unas cuantas gotas de picardía junto con su salsa de humor fino e irónico. Un gran portarretrato para poder sentarse a conversar por horas sobre la historia de su historia sobre todo lo que ha sido este caminar sobre la tierra. Su tierra.

La vida y camino de este gran roble no tiene conclusión. Su historia continua dentro de cada persona cruzada por su andar y, más aún, adentro de sus semillas germinadas que continúan sus pasos dados para mantener en pie todo lo que nuestro gran árbol ha dado. El fin del cuento es el comienzo de algo nuevo y fresco, pues, así como llega el otoño y las hojas se van para darle descanso al trabajo del verano, el árbol reposa en el silencio del eterno invierno hasta que la primavera nazca con una nueva historia, un nuevo inicio, una nueva vida.

Aquí en estas palabras se inmortaliza lo que significa la vida del gran roble “Ago”. Un amor incondicional cuyas batallas fueron dadas con todo el furor, dejando ciertamente algunas ramas desviadas; manteniéndose de pie y creciendo sin límite alguno. Este puede ser su relato de vida el cual se podría encontrar en boca y mente de todos los seres conocidos y tocados por su mágica energía. Aquí yace el inicio de una historia de un árbol que nunca cesará de crecer y cuyo tronco será imposible de cortar.

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