Gabriela Mistral

Canción de cuna del ciervo

Duérmete con tus dos sangres,
en cervato del Desierto,
bien si acaso te despiertas,
bien si quedas en ef sueño:
bueno es vivir y morir,
ser creado y ser disuelto.
Duerme tú, duerme hasta que
en cristiano despertemos.
 
Jugarreta con lomillo
y pezuñitas y vellos,
duerme a mitad de la sal,
la pelambre y el desuello,
el belfo blanco y salobre,
los lagrimales sangrientos.
 
No te oiga de dormido
el alma del hormiguero,
ni la araña te repase
las ancas de terciopelo,
ni el alacrán te conozca,
ni te revuele el murciélago,
ni te halle la bestia hirsuta
que en la noche hirió a mi Ciervo.
 
Pedrisco ni piedra hondeada
del Caín color de infierno,
ni la flecha envenenada
te den muerte que le dieron.
No duermas como él dormía,
fiados alma y alientos.
 
Blanda y morosa es la hierba,
viva como Ángel atento.
Duerma la gracia tacneña,
duerma con sus dos alientos,
el color de la piñeta,
la blandura del mansueto,
con yerba buena en las astas,
sin sangre sobre los belfos,
cribado de las estrellas,
ebrio de olores disueltos,
soñando herbazal tumbado
y pastal que va subiendo:
¡Duerme, chiquito,
pace tu sueño!
 
(Y el velludito se va
como rama desprendiendo,
cargado del sueño suyo,
del pedregal y del médano.
Ya está parado en su bien,
rico de tiniebla y sueño.)
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