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El Partu de la María

 
La noche caíu pesá,
con el aire apretandu como si’l cielu tuviera doló.
La María ya llevaba horas con los quejíos claváus
y la partera—la Juana, la vieja del Caín—
revolvía paquí y pallá, con la cara sudá
y los ojos llenos de miedo que nun decía.
 
“¡Agárrala bien, mujer!
¡Que viene de culo, que viene al revés,
¡que esta criatura trae guerra!”
 
El candil echaba sombra contra la paré,
y la madre, la suegra, las vecinas,
tó rezando el rosariu con la voz cortá.
 
“Ave María purísima...”
 
Y la María gritaba,
pero nun era de miedo, era de fuerza,
de esa juerza que solo tienen las mujeres
cuando traen vida sabiendo que puede llevásela.
 
El marido, el Julián, fuera,
fumando sin sacá el pitillu de la boca,
mirando al suelu como si buscara una respuesta
en la tierra dura.
 
Y de pronto, el silencio.
Un lloríu.
Un chillíu de niño con pulmón fuerte.
 
“¡Ha salíu! ¡Ha salíu vivu!”
gritó la partera,
con la criatura en brazos, moráu y caliente.
 
Pero la María...
la María ya nun contestaba.
Se le fue la cara pal blancu
y la sangre se le escapó sin que nadie pudiera atajala.
 
“¡Traéme toallas, vino, lo que tengáis!”,
chilló la Juana.
Pero ya nun había na que hacé.
 
La María se murió mirando al techu,
con los ojos como cansáus de ver.
 
El niño chillaba,
la casa entera se llenó de un ruido sordo,
ese que nun ye llantu,
sino la pena que te jarta por dentro.
 
El Julián entró
y se cayó de rodillas al laú de la cama.
 
“No pué sé... no pué sé, mi María,
¡que no me dejes con to estos chiquinos!”
 
La Juana tapó a la muerta con una sábana.
Le puso un crucifiju en el pecho
y le cerró los ojos con dos dedos benditos.
 
“Dios te tenga en su gloria, hija.
Pariste como las santas.”
 
El cura llegó al amanecer,
con la cara seria,
y dijo que aquello era “voluntá de Dios”.
Pero nadie lo miró.
Que en el pueblo,
cuando se muere una mujer pariendo,
hasta Dios se guarda el silencio.
 
Y el niño, el recién nacíu,
mamó de una teta prestá,
de una vecina que aún criaba.
Y vivió.
 
Pero to er mundo supo que esa criatura
ya venía con un peso en el alma,
que aunque el vientre le diera vida,
la sangre se la bebió la muerte.
 
Y la María,
la enterraron esa misma tarde,
con flores de cardu y pañuelus negros,
y las campanas tocando despaciu,
como si pidieran perdón.

Este poema refleja de manera profunda y dolorosa los temas de maternidad, sacrificio y la dureza de la vida en la pobreza, especialmente para las mujeres. En esta historia, la protagonista, María, muere durante el parto mientras trae una nueva vida al mundo, en un entorno rural marcado por las dificultades económicas y las tradiciones. La poesía está cargada de realismo social y emotividad, y transmite una crítica implícita a las circunstancias que rodean la vida de las mujeres en este contexto.

1. La Larga Espera y el Dolor del Parto
Desde el principio, se describe el ambiente de tensión y sufrimiento durante el parto. La noche pesada y el aire apretado reflejan un clima de angustia que se apodera de la escena. La partera, Juana, que está nerviosa, está al borde del miedo mientras asiste a María, indicando que algo no va bien. El uso de frases como “la criatura trae guerra” muestra que hay una complicación en el parto, subrayando la lucha por la vida que vive la madre, y la presencia de riesgo para ambos, madre e hijo.

María, que grita con fuerza, refleja el poder de las mujeres en momentos extremos, un sacrificio que se hace por dar vida, a pesar de los peligros inherentes. Este momento de gritos de dolor no solo son por el sufrimiento físico, sino también por la fuerza de la vida que se lucha por salir al mundo.

2. El Silencio y la Tragedia
Después de que el bebé nace, el poema da un giro trágico: María muere. La partera al anunciar que el niño ha nacido vivo es un momento de alivio temporal, pero la muerte de la madre llega rápidamente. El marido, Julián, reacciona con un dolor profundo e incomprensible, expresando que no puede creer que su esposa se haya ido. La María se va mirando al techo, como si en sus últimos momentos estuviera buscando algo más allá de la vida terrenal, y su sangre se escapó sin que nadie pudiera detenerla.

El silencio después de su muerte, con el sonido del llanto del niño, es un contraste fuerte. El llanto del bebé no es solo un sonido físico, sino también una metáfora del dolor que queda atrás, ya que la vida ha sido entregada a la muerte. Este ruido sordo, ese ruido interior de la pena, no es solo lamento, sino también el eco de un sacrificio profundo y eterno que parece haberse tragado todo lo que la mujer fue.

3. El Final Trágico de la Maternidad
La reacción de Julián refleja un dolor intenso y el vacío que deja la muerte de la mujer en una sociedad patriarcal. Él se arrodilla junto a la cama y le suplica a María, mostrando su desesperación. La frase “no pué sé... no pué sé, mi María” expresa la incapacidad de entender y aceptar que su esposa se haya ido. Este momento no es solo de dolor por la pérdida de un ser querido, sino también de desorientación y vulnerabilidad masculina, que está desconcertada ante una muerte que no puede controlar.

La partera Juana cubre el cuerpo de María y hace una señal religiosa de despedida, como si el ritual pudiera aliviar, aunque solo sea simbólicamente, el sufrimiento de la familia. Sin embargo, la ausencia de María es tan grande que incluso el cura, al llegar al amanecer, se limita a decir que todo es voluntad de Dios, mostrando una indiferencia o incapacidad de abordar el dolor humano que surge en este contexto. En el pueblo, la muerte de una mujer al dar a luz es recibida con silencio, como si el dolor de la mujer no fuera suficiente para que se hablara abiertamente de ello.

4. El Niño y la Culpa
El niño recién nacido mamó de una teta prestada, de una vecina que aún estaba en edad de amamantar. Este gesto de "compensación" y sustitución de la madre resalta la fragilidad de la vida humana en un contexto donde la maternidad se convierte en una carga y un sacrificio. El niño vive, pero el poema subraya que viene al mundo con un peso en el alma, pues aunque haya recibido la vida, esa vida ya está marcada por la ausencia de su madre. El niño representa no solo la continuidad de la vida, sino también el costo de esa vida, el sacrificio que hizo la madre, y la inevitabilidad de la muerte que persiste a pesar del nacimiento.

5. La Muerte de María: Un Dolor Inexplicable
La escena final de la enterramiento de María es sombría, y el silencio de las campanas al sonar lentamente subraya el peso del luto. Las campanas, en lugar de celebrar una vida nueva, piden perdón, mostrando una condena silenciosa hacia las circunstancias que han llevado a la muerte de María. El uso de flores de cardo y pañuelos negros marca el lamento de la comunidad, que se ve impotente ante la tragedia de la muerte de una mujer que se sacrificó por dar vida.

6. Temas Principales
Sacrificio y Maternidad: La madre que muere dando vida resalta los peligros que las mujeres enfrentan en el parto, en un contexto donde la vida de la mujer es vista como menos valiosa que la del hijo que nace. La maternidad se presenta como un acto de sacrificio, especialmente en comunidades rurales donde el acceso a la medicina y la seguridad es limitado.

Desigualdad Social: La pobreza que rodea a María y su familia está implícita en el poema. Las dificultades de la vida rural, donde las mujeres asumen la carga de la reproducción sin muchos recursos, reflejan una estructura de desigualdad que afecta a la vida de las mujeres.

Muerte y Vida: La muerte de la madre durante el parto y la vida del hijo subraya la paradoja de que una vida no puede existir sin que otra se extinga. La muerte de María está ligada al dolor de la vida y el precio de traerla al mundo.

Conclusión:
Este poema es una reflexión intensa sobre el sacrificio y el dolor que muchas mujeres han sufrido a lo largo de la historia, especialmente en contextos de pobreza y falta de recursos. El poema no solo aborda la tragedia de la muerte en el parto, sino también la impotencia de las estructuras patriarcales y religiosas que, lejos de aliviar el sufrimiento humano, parecen perpetuarlo en un silencio que no responde a las necesidades emocionales de los afectados. La figura de la madre sacrificada y el hijo huérfano es un símbolo potente de la tragedia de la vida en circunstancias extremas.

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