Tú, lector o lectora, que has fijado
tus ojos en la página amarilla;
del tiempo me aventuro hacia la orilla,
fiel a mi canto, dócil al llamado.
Tú que ríes aún, tú que has andado
tras la ilusión que se te escapa y brilla,
tú que hueles la noche y la gramilla,
tú que puedes besar el rostro amado.
Piensa que ahora soy ceniza y nada,
sólo una leve sombra proyectada
sobre tu alma que me busca ansiosa.
Yo fui joven, feliz, amé la vida.
Hoy te tiende mi mano conmovida
sobre el viejo papel la tierna rosa.