Zapaquilda la bella
era gata doncella,
muy recatada, no menos hermosa.
Queríala su dueño por esposa,
si Venus consintiese,
y en mujer a la gata convirtiese.
De agradable manera
vino en ello la diosa placentera,
y ved a Zapaquilda en un instante
hecha moza gallarda, rozagante.
Celébrase la boda;
estaba ya la sala nupcial toda
de un lucido concurso coronada;
la novia relamida, almidonada,
junto al novio, galán enamorado;
todo brillantemente preparado,
cuando quiso la diosa
que cerca de la esposa
pasase un ratoncillo de repente.
al punto que lo ve, violentamente,
a pesar del concurso y de su amante,
salta, corre tras él y échale el guante.
Aunque del valle humilde a la alta cumbre
inconstante nos mude la fortuna,
la propensión del natural es una
en todo estado, y más con la costumbre.