Un milano después de haber vivido
con la conciencia peor que un forajido,
enfermó gravemente.
Supuesto que el paciente
ni a Galeno ni a Hipócrates leía,
a bulto conoció que se moría.
A los Dioses desea ver propicios,
y ofrecerles entonces sacrificios
por medio de su madre, que, afligida,
rogaría sin duda por su vida.
Mas ésta le responde: «Desdichado,
¿cómo podré alcanzar para un malvado
de los dioses clemencia,
si en vez de darles culto y reverencia,
ni aún perdonaste a víctima sagrada
en las aras divinas inmolada?»
Así queremos, irritando al cielo,
que en la tribulación nos dé consuelo.