Félix María de Samaniego

El charlatán

Fábula

«Si cualquiera de ustedes
 
se da por las paredes
 
o arroja de un tejado,
 
y queda, a buen librar, descostillado,
 
yo me reiré muy bien: importa un pito,
 
como tenga mi bálsamo exquisito.»
 
Con esta relación un chacharero
 
gana mucha opinión y más dinero;
 
pues el vulgo pendiente de sus labios,
 
mas quiere a un charlatán que a veinte sabios.
 
Por esta conveniencia
 
los hay el día de hoy en toda ciencia,
 
que ocupan igualmente acreditados,
 
cátedras, academias y tablados
 
Prueba de esta verdad será un famoso
 
doctor en elocuencia, tan copioso
 
en charlatanería,
 
que ofreció enseñaría
 
a hablar discreto con facundo pico,
 
en diez años de término a un borrico.
 
Sábelo el Rey: lo llama, y al momento
 
le manda dé lecciones a un jumento;
 
pero bien entendido,
 
que sería, cumpliendo lo ofrecido,
 
ricamente premiado;
 
mas cuando no, que moriría ahorcado.
 
El doctor asegura nuevamente
 
sacar un orador asno elocuente.
 
Dícele callandito un cortesano:
 
«Escuche buen hermano;
 
su frescura me espanta:
 
a cáñamo me huele su garganta.—
 
No temáis, señor mío,
 
respondió el charlatán, pues yo me río.
 
¿En diez años de plazo que tenemos,
 
el rey, el asno o yo no moriremos?»
 
Nadie encuentra embarazo
 
en dar un largo plazo
 
a importantes negocios; mas no advierte,
 
que ajusta mal su cuenta sin la muerte.
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