A ustedes hermanos poéticos,
abejas de la Poesía,
trabajadores estéticos,
soñadores cada minuto del día,
que muchas veces en lugar de merecidos premios,
a veces hasta con la indiferencia del mismo gremio,
reciben incomprensión, desprecio, ofensas, hasta violencia,
aguantan hambre, sed, pobreza, enfermedad,
incluso mueren en el anonimato,
pero que aun en la embriaguez, la locura o la somnolencia,
en silencio y en tempestad, en compañía y en soledad,
muchas veces en un fugaz rato,
conciben ideas únicas y hasta universales,
obras que sobreviven el tiempo y sus detractores,
a ustedes, nómadas y comensales,
hombres y mujeres, jóvenes y mayores,
graduados y autodidactas, nóveles y expertos,
que aman a sus semejantes, la naturaleza, a los animales y las cosas,
que alegran vidas, aconsejan, inspiran, sin necesidad de ser perfectos,
que muestran la trascendencia del pensamiento, de la palabra, de la voluntad fructuosa,
sus nombres y obras merecen el reconocimiento y la difusión de la sociedad,
a ustedes, que son imprescindibles a pesar de que el Estado no lo diga,
y aunque no conozco sus identidades y obras, ante el mundo y para la posteridad,
en nombre mío o de todos, les admiro, les agradezco, ¡Y que DIOS les bendiga!