Enrique José Varona

Palabras de Enrique José Varona

Deseosos de dar mensualmente la actualidad—selecta—no sólo en lo que se refiere a las letras y a las artes, sino también en lo que atañe a los acontecimientos, tanto cubanos como extranjeros, de carácter e interés general, hemos querido interrogar a nuestro ilustre colaborador el insigne maestro Dr. Enrique José Varona, sobre los trascendentales problemas de la hora presente. El sabio filósofo contestó así a nuestras preguntas:

Señores redactores de Social
Muy señores míos:

Interrogan ustedes:

“¿Qué perspectivas cree usted que se presentan a nuestra patria con motivo de la terminación de la guerra mundial, y el posible resultado de las Conferencias de la Paz?”

Me parece muy natural la pregunta y muy difícil la respuesta. Al menos difícil para mí. El hombre se empeña, desde luego, en mirar hacia adelante, sin contar conque a lo mejor el camino tuerce o sube o baja o lo intercepta montaña inabordable, río tumultuoso o desierto sin límites.

En puridad todo esto significa que no sé nada de lo que pueda traernos entre sus pliegues el mañana. Hemos hecho los cubanos lo humanamente posible por embrollarlo todo en casa, y facilitar a otros los medios de aumentar nuestro desorden. A este respecto conviene recordar que así pasa siempre y en todas partes. Si uno no se cuida a sí mismo, nunca falta quien lo cuide demasiado. Pero no por eso es menos cierto que estamos metidos en un atascadero. Desde luego en un atascadero político. Las pasiones enconadas hasta el paroxismo, los viejos partidos gastados y dilacerados, los industriales recelosos y retraídos, los obreros cada vez más indiferentes a una organización pública de la que nada esperan.

En estas condiciones, si las aprecio bien y no influido de pusilanimidad, ¿qué podemos esperar de los que van a reunirse, con el propósito más o menos embozado de proceder como sastres ante el paño? Lo único que me atrevería a desear es que se olvidasen por completo de nosotros. La única actitud que me atrevería a aconsejar, la de hacernos un ovillo, hasta que pase el vendaval de regeneración ofrecida al mundo. Amén.

Enrique José Varona
Vedado, 19 de diciembre, 1918
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