Enrique José Varona

Una guayaba para cuatro

Durante la guerra de los diez años, los patriotas cubanos tuvieron que sufrir a veces indecibles privaciones.

Pocos períodos fueron más calamitosos para ellos, que los primeros meses del año 1870 sobre todo en la provincia del Camagüey.

Los españoles la habían invadido con diez y seis batallones; las fuerzas cubanas, diezmadas por las enfermedades y las defecciones, consumidos sus escasos pertrechos y casi sin armas, tenían que mantenerse a la defensiva, subdividiéndose en pequeños grupos, para cubrir los puntos más importantes del territorio y mantenerse en contacto con los patriotas de Oriente.

En estas duras circunstancias, no era raro que los soldados cubanos se pasaran días manteniéndose sólo de frutas silvestres y raíces; pero todo lo soportaban con estupenda fortaleza, animados por su patriotismo y por el ejemplo de sus jefes, entre los que sobresalía, por su decisión y entereza de espíritu, el mayor general Ignacio Agramonte.

Cierta vez que había tenido éste que hacer una larga jornada, acompañado sólo de dos de sus ayudantes y un asistente, vio llegar la tarde sin haber encontrado con qué desayunarse. Hizo alto el pequeño grupo bajo unos árboles, y el asistente se separó para reconocer el terreno y buscar algo que comer.

Mucho tuvieron que esperar los viajeros; y el General entretenía el tiempo estudiando un plano de la provincia, sin que en su continente, ademanes o palabras se trasluciera el menor signo de impaciencia.

Al cabo, se presentó el asistente todo desanimado, y exclamó: “Mayor, no he encontrado un maíz que asar; todo lo que ha aparecido es esta guayaba”.

Y, diciendo así, entregó una (sic) al General.

Éste la tomó, miró en torno suyo, como contando los comensales; sacó con mucha tranquilidad su cuchillo de la vaina, dividió la guayaba en cuatro partes iguales, distribuyó tres entre sus asombrados compañeros, y reservó para sí la cuarta.

Por más que los otros rehusaron y le instaron para que tomase la guayaba entera, los detuvo con la mano, mientras les decía:

“Cuatro pedazos entre cuatro, a uno”.

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