Ebria la luz y de perfumes, danza
la abigarrada multitud sin tino;
del ánfora espumante salta el vino,
y bulle en los cerebros la esperanza.
La dicha va delante; ¿quién no alcanza
asir un punto su cendal de lino?
Crece, gira el humano torbellino,
y veloz, más veloz la noche avanza.
Corred, gozad la tregua de la suerte,
en el coro feliz de la locura.
Ved que torna a exhalar su hálito frío
esa deidad, fatal como la muerte,
más tenaz que el dolor, glacial y dura
cual la verdad, ¡el implacable hastío!