Es pulida batuta del paisaje
y melodiosa brújula del cielo
esta palmera que plasmó el anhelo
de estar clavada e invitar al viaje.
No sube, que colgada de un celaje
pendicular perpende, toca el suelo
llorando de las hojas sin consuelo
—luz coagulada o estelar miraje—.
Epístola de Dios. La poderosa
mano lanzó la flecha que corría
a un destino de antena temblorosa.
(A sombra y luz el viento la tañía:
tensa cuerda de un arpa pesarosa,
¡cítara iluminada de alegría!)