Yo bautizo este día
con la luz de mis entrañas
He poetado ya todo.
Me poemo a mí mismo.
Madrugada expectante.
Mi sangre es como el vino.
No hay espacio para Jesucristo aquí en mi corazón
porque mi corazón
se está empeñando en devolverlo todo .
Ha teñido de sangre hasta mi sombra
y las camisas planchadas por mi madre.
Lleno de escupitajos rojos este poema.
Resignación magenta, Oda no retornable.
No hay un mañana para los que volvimos del futuro
a decirles que todo está perdido.
Que sus cantos de cisne no retrasan la muerte
del vate desahuciado,
del malísimo uso que le dan al lenguaje,
del iluso latido que nos ha congregado
en este azul recinto,
conspirando a escondidas de los glóbulos blancos.
Somos todos poetas una falla en el sistema,
un delirio mutante. Dolor fantasma,
miembro invisible,
qué poco importa ya cómo se llame.
¡H3 de excrivir azhi
pAra dele1Te d3 laz
fUturhas geNraxi0n3s?
Pueblan tersos ustedes acaso mi cabeza
como el temor que dolorosamente crece
y que fluye boyante en este poema.
No hay poesía sin dolor.
El dolor son los otros.
No hay dolor sin nosotros.
Me cago en el dolor.
No me queda más tiempo para explicarlo todo.
Ahora escribo sin ganas
y vivo de la misma forma.
Elio Osejo jamás estuvo aquí.
Qué más puedo decir sino ¡Salud!
¡Salud con todos!
Yo bendigo este día
con lo gris de mis entrañas