Yo no hablo del norte de los turistas
Yo no hablo del norte de luces pasajeras,
de postales perfectas y fotos de ocasión,
ni de montañas vendidas como quimeras,
ni del frío que adorna su desolación.
Yo hablo del norte que sangra en el viento,
de caminos que gritan historias dormidas,
del murmullo ancestral que guarda el aliento
de quienes tejieron sus vidas perdidas.
No es el norte del lujo, del brillo importado,
es el norte del polvo que cubre las manos,
del sol que se oculta tras ojos cansados,
y el canto de aves que nunca soñamos.
Es un norte que vibra bajo la corteza,
que guarda en su entraña la vida, la herida,
y un sueño que brota desde la aspereza,
un norte que existe, aunque no se mida.
