I. Cantarás con la voz del universo,
serás del alma su fiel mensajero,
y en cada estrofa, libre y sin reverso,
darás al mundo un latir verdadero.
II. Cultivarás la raíz de la belleza,
en lo sencillo hallarás lo sublime,
y en cada verso, con tu fortaleza,
harás del aire un poema que gime.
III. Amarás las palabras con fervor,
como quien cuida su más puro suelo,
y las vestirás de fuerza y de amor,
hasta elevarlas cual pájaro al cielo.
IV. Serás testigo de risas y llanto,
eco profundo de mundos distantes,
pues el poema es un sagrado canto
que une los tiempos y funde diamantes.
V. Honrarás la memoria de los días,
los que se fueron y los que vendrán,
pues en tus letras, llenas de armonías,
la eternidad tendrá su talismán.
VI. Lucharás contra el olvido feroz,
serás la voz de los que no la tienen,
y en el abismo, con firme y dulce voz,
sembrarás flores que nunca se detienen.
VII. Crearás sin temor, libre de ataduras,
sin la cárcel del juicio o la razón,
pues el poema es mar y sus alturas
no caben nunca en la simple visión.
VIII. Escucharás al silencio profundo,
donde el poema dormido se esconde,
y lo traerás como un regalo al mundo,
con el fulgor que del alma responde.
IX. Aprenderás de la noche estrellada,
de las montañas y del río eterno,
pues todo en la tierra, si es bien mirada,
es poesía que habla del invierno.
X. Serás poeta hasta el último aliento,
y aunque el tiempo apague tu camino,
tus versos serán el eterno cimiento
del corazón que encontró su destino.