Bajo el vasto dosel donde el alba suspira,
se entrelazan dos almas en fuego de zafiro.
Con suspiros de estrella y aliento de lira,
sellan pacto divino de amor puro y divino.
En sus manos la aurora destila su esencia,
con los lazos del tiempo en dorado grabado.
Es el eco del cielo que otorga presencia
a la unión sacrosanta del verbo sagrado.
Oh, destino que danzas en senda de rosas,
oh, reloj de los sueños, testigo y amante.
Que las sombras se postren con alas hermosas,
que jamás se deshaga su anhelo constante.
De sus labios florece la brisa serena,
del murmullo del alma brota el juramento.
Que la muerte no osquiebre su unión tan plena,
ni el olvido les borre su dulce argumento.
Porque un voto es un templo que el cielo resguarda,
y la vida su mármol, cincel de esperanza.
Que la luz lo resguarde y el tiempo no embarda,
pues es llama que nunca en ceniza descansa.