Triadas de Soneto
Soneto I: “El Templo Vacío”
En el templo vacío, falso y vano,
se alzan figuras huecas, prisioneras,
con ecos que en sus voces son quimeras,
y cadenas de sombra en cada mano.
La fe no es más que un yugo sobrehumano,
un velo que oscurece las banderas,
que apaga las verdades verdaderas
y convierte en esclavo al ser humano.
Razón, que en su prisión yace perdida,
quiso abrirse camino entre el abismo,
mas cedió a la opresión de su cadena.
Y así, en este rincón sin nueva vida,
la mente se somete al mecanismo
de un canto que no salva, solo apena.
Soneto II: “Las Cuerdas del Deseo”
En cuerdas invisibles se sostiene
la ilusión de las manos que se alzan,
y en sus nudos de acero se entrelazan
los sueños que el deseo siempre tiene.
La razón, que suplica, ya no viene;
se oculta en el rincón donde se arrasan
las luces de verdad, que no se abrazan,
y el frenesí gobierna lo que obtiene.
Las mentes se someten al tormento,
a un dios sin dirección, ni fe, ni esencia,
que todo lo convierte en abandono.
Así se pierde el puro pensamiento,
pues cede a la pasión, sin resistencia,
la última voz que guía el frágil trono.
Soneto III: “La Prisión del Canto”
El canto ya no es rezo, es simulacro,
el templo ya no busca la verdad,
y en nombre de una falsa claridad
condena el pensamiento al mismo sacro.
Quien vive en esa jaula, sin milagro,
no entiende que su paso es falsedad.
Se inclina ante promesas de piedad,
mas todo lo que ansía es un teatro.
El deseo, divino en su bandera,
no sabe de razón ni redenciones,
y reina como dios de lo profano.
La mente, sometida a tal quimera,
despierta y grita en crueles confusiones,
mas nunca halla su norte, siempre en vano.
