Mi voz lleva el arrullo de amores y quebrantos,
canto historias de esquina, de abrazos y traición,
en la noche se pierden mis versos, mis encantos,
y el tango me consume, se adueña del pulmón.
Del arrabal vengo, con sueños y miseria,
las penas las convierto en pura melodía,
mi garganta en silencio es como una tragedia,
pero al sonar el tango, el alma se alivia.
Cada tango que canto revive una partida,
un amor que se fue, una herida que arde,
la ciudad es mi templo, mi fe, mi despedida,
y en cada melodía se esconde un baluarte.
Cantaré hasta el ocaso de mi última esperanza,
mi voz será el refugio de todo corazón,
que sufre por la vida, que en el tango se lanza,
a buscar el consuelo de una vieja canción.
Mi voz vibra en el aire como un grito quebrado,
es eco de una historia que todos ya perdieron,
en la noche soy sombra, en el día olvidado,
canto para los seres que alguna vez se fueron.
Mis letras son heridas que el tiempo no repara,
son besos olvidados en algún callejón,
el tango es mi refugio, mi suerte y mi plegaria,
mi canto es fiel amigo, mi eterno confesión.
Cantarle a la tristeza es mi modo de vida,
mi garganta resuena como un eco de amor,
en cada nota dejo mi alma dolorida,
soy cantor y soy tango, soy pura desazón.
Entre copas y sombras, el bandoneón me guía,
canto penas ajenas, aunque duelan en mí,
soy voz del que en silencio camina en agonía,
la vida del cantor es destino y sufrir.
Mi tango es como un rezo, la voz de la ciudad,
por calles y veredas resuena en el asfalto,
yo soy parte de un todo, de esta gran soledad,
donde el canto se mezcla con penas y con llanto.
Al final de mi canto, solo queda el dolor,
como un viejo lamento que ronda en el ayer,
soy cantor de la vida, de la noche y el amor,
que busca entre los tangos su destino y su ser.