Con tan pequeña fe en el sendero,
la vida es un susurro en la brisa,
un eco de sueños que se desliza,
un canto de esperanza, ligero y sincero.
Aunque la sombra a veces sea un velo,
y el miedo nos abrace en la risa,
la luz siempre nos guía y avisa,
transformando el dolor en un anhelo.
Si el alma persiste, aunque sea un instante,
en el abrazo dulce de lo incierto,
hallará en su fragor un rumbo amante.
Así, con fe pequeña, pero firme en el puerto,
navegamos en mares de amor constante,
pues cada paso cuenta, aunque sea un desierto.