Cada canción es un suspiro breve,
una sombra que pasa entre las horas,
como el rumor de las olas traidoras
que besan la orilla y el viento las mueve.
En cada nota un lamento se atreve,
eco de amor que nunca se demora,
y entre acordes la tristeza implora
un tiempo mejor que nunca se tiene.
Es canto que nace y muere al instante,
como la flor que en la tarde se apaga,
deja su aroma, pero sigue errante.
Y así la canción, como herida vaga,
habita en el alma de quien la cante,
un fuego oculto que nunca se apaga.