Sinfonía de caracolas
El viento desenvuelve su canto en la ribera,
resuena entre las dunas un eco abisal,
la espuma se retuerce con furia prisionera,
y en nácares dormidos susurra el temporal.
Las olas, en su danza de cúpulas y ruinas,
despiertan con su estruendo memorias sin edad,
sus voces sepultadas, con llagas cristalinas,
recitan el latido de un mar en soledad.
Caracolas de plata resuenan en la espuma,
murmullos olvidados que vuelven a nacer,
sus vientres ondulantes despiertan la bruma,
y el agua, en su arrullo, se enreda en su ser.
Los cielos se pliegan en sombra y en trueno,
la arena se tiñe con llanto y fulgor,
se alza la marea, violenta y sin freno,
las voces del viento desatan su ardor.
Pero el mar es un templo de brisas calladas,
de espuma y de siglos, de canto inmortal,
y cuando sus gritos parecen espadas,
renace en la orilla su ritmo ancestral.
Este poema mezcla lo grandilocuente con lo melancólico, capturando la fuerza y el misterio del mar.
