Tembló el aire al cruzarse tu mirada,
ardía entre nosotros leve fuego,
la noche se posó sobre mi piel,
y todo se volvió suave secreto,
lloraba el cielo con sutil lluvia,
cantaba el corazón su fiel deseo.
No supe contener aquel deseo,
nacía de tu voz y tu mirada,
mi sed se convirtió en dulce lluvia,
mi pecho fue volcán y puro fuego,
guardamos bajo sombra un gran secreto,
mi alma despertó sobre tu piel.
Qué frágil es el tiempo sobre piel,
qué hondos son los ríos del deseo,
qué hondo arde el amor hecho secreto,
qué clara es la verdad de una mirada,
y cómo quema lento aquel fuego
que brota en cada gota de lluvia.
Nos cubre el mundo entero con su lluvia,
se escribe la memoria en cada piel,
tú eras mi hogar, mi llama, mi fuego,
mi sombra, mi distancia, mi deseo,
mi paz oculta en tu primera mirada,
mi más calladamente fiel secreto.
No hay nombre para amarte en secreto,
ni escudo ante la sed de aquella lluvia,
ni forma de olvidar tu mirada,
ni historia que no roce tu piel,
ni puerta al fin del dulce deseo,
ni noche sin la chispa de ese fuego.
Tú fuiste eternidad hecha de fuego,
la llama que encendió todo secreto,
el centro palpitante del deseo,
la música escondida en cada lluvia,
el mapa de mis días sobre piel,
la vida en el temblor de una mirada.
Arde tu mirada, besa mi piel,
llueve el deseo, guardo el secreto,
y en mí aún vive tu sagrado fuego.