Setenta veces siete lo intenté,
Pero el perdón no llegaba.
El rencor me ahogaba,
Y mi corazón se desgarraba.
La ira me consumía,
Como un fuego que ardía.
Quería venganza,
Pero mi alma se resistía.
Entonces, recordé tu palabra,
‘Perdona setenta veces siete’.
Y aunque difícil se me hacía,
Decidí obedecerte.
Comencé a perdonar, poco a poco,
Aunque el dolor aún me perseguía.
Con cada perdón, sentía un alivio,
Como si un peso se me quitara.
Setenta veces siete lo intenté,
Y finalmente, el perdón llegó.
Mi corazón se sanó,
Y la paz en mí reinó.
Gracias, Señor, por tu gracia,
Que me permitió perdonar.
Ahora soy libre de rencores,
Y puedo vivir en paz.