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Elideth Abreu

Raíz y carne

 
 
Madre,
me enseñaste el nombre de los ríos
como quien desgrana espigas en la boca,
como quien hila la memoria con sangre
y la deja secar al sol.
 
Pero yo
he crecido con los pies en la grieta,
con las uñas rascando la costra de la tierra
hasta encontrar su pulso,
hasta entender que hay raíces
que solo florecen en la herida.
 
Padre,
me hablaste de los olivos
como si fueran huesos de un dios dormido,
como si sus ramas fuesen brazos
que me llamaban a un tiempo de hombres duros
y días lentos.
 
Pero yo
he aprendido a doblar las sombras,
a escribir con el polvo de los caminos
y a alzar la voz
como quien arranca un fruto amargo
y lo muerde
sin miedo.
 
Soy la hija de un sur ardido,
de un campo seco,
de un eco que regresa
siempre con otro nombre.

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