Allí, donde el dolor deja su rastro,
se alzan muros de sombra en cruel condena,
y el errante se vuelve un mero lastro.
No es justicia si el hambre es su cadena,
ni es alivio la paz de los sumisos,
cuando el oro corrompe lo que ordena.
Son promesas vacías los avisos
de aquel que con su voz dicta senderos,
mas solo deja ruinas y quebrizos.
¿Dónde fueron los sueños verdaderos?
¿Qué desierto acogió su incertidumbre
cuando alzaron banderas sin guerreros?
Un ayer se perdió con pesadumbre,
pues vendieron la fe por vil engaño,
sepultando el honor en la costumbre.
Y hoy, la historia revive su descaño,
pues el tiempo repite sus errores,
y el dolor se nos vuelve un nuevo año.
Voy errante, sin rumbo y sin valores,
persiguiendo respuestas en la brisa,
entre miedo y amor, entre dolores.
Y aunque todo parezca una ceniza,
la esperanza persiste entre las ruinas,
como un sol que en la niebla se eterniza.