En la sombra se quiebra la certeza,
como el río que duda en su camino,
pues lo turba la niebla con tristeza.
No hay alivio en la voz del peregrino,
que a su paso se encuentra con abrojos,
ni en la fe que se quiebra en el destino.
Son promesas, palabras hechas ojos,
llamas frías de un fuego malherido,
son engaños cubiertos con despojos.
¿Qué horizonte mantiene aún erguido
al que marcha con sed y sin bandera,
por no ser un esclavo del olvido?
Hubo un tiempo sin guerra ni frontera,
donde el suelo ofrecía pan y abrigo,
sin la herida del hambre traicionera.
Pero el hombre, arrastrado por su ombligo,
construyó sobre huesos su baluarte,
y en su propio candado halló el castigo.
Hoy sus pasos lo llevan a otra parte,
pero el miedo lo abraza y lo doblega,
mientras sueña con ser, mas llega tarde.
Y en la lucha que el alma le despliega,
hay un eco de luz entre las sombras,
una chispa de fe que aún flamea.