Pobre, mas no vencido,
Soporta el peso de la cruz.
Solitario, mas no abatido,
Encuentra en Dios su única luz.
Camina sin rumbo fijo,
Buscando un horizonte mejor.
Añora el hogar que dejó,
Pero sigue firme, sin temor.
Su alma, cual fuego encendido,
Arde con pasión inquebrantable.
Aunque el mundo lo haya olvidado,
Su fortaleza es inagotable.
Pobre de espíritu, mas rico en fe,
Alza su voz, sin desesperar.
Sabe que, al final, encontrará
La paz que tanto anheló alcanzar.
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En la penumbra de la noche oscura,
un alma errante vaga sin destino,
buscando entre las sombras su camino,
carga en sus hombros una fe tan pura.
El viento susurra su nombre en la bruma,
y el frío cala hasta sus huesos fríos,
mas sigue adelante, sin desvíos,
con la mirada fija en su fortuna.
La luna, en su silencio, lo acompaña,
testigo de sus sueños y esperanzas,
mientras sus pasos rompen la distancia,
y su corazón late con más saña.
El pobre sigue, con su fe tan firme,
a pesar de las piedras del sendero,
su espíritu es fuerte, su amor sincero,
y en su pecho la vida vuelve a hervirle.