Voltaire, espíritu libre y voraz,
que alzó su palabra como un estandarte,
tu mente encendida, aguda y tenaz,
fue espada sin filo, pero nunca inerte.
Con pluma en mano y sarcasmo afilado,
rompiste las cadenas de la ignorancia,
y en cada verso dejaste sembrado
el germen eterno de la tolerancia.
Contra el dogma oscuro y la opresión ciega,
tu voz resonó como trueno en el viento,
despertando al hombre que, aunque no niega,
cuestiona los dioses y el mandamiento.
Ni tronos altivos ni clérigos fieros
pudieron callar tu insaciable verdad;
en tu verbo claro, nacieron senderos
de luz que rompieron la oscuridad.
Fuiste el azote de la tiranía,
guía del alma que busca razón,
sombra rebelde de un nuevo día,
farol encendido en la sinrazón.
Hoy vive tu fuego en la mente que duda,
en quien no se inclina ante el yugo brutal;
en tu nombre late la lucha desnuda
por un mundo libre, justo e igual.
Oh, Voltaire eterno, legado invencible,
tu espíritu cruza tiempos y edades,
y sigue enseñando que nada es imposible
si rompe el hombre sus propias verdades.