Brotó la flor en tierra malherida,
sus pétalos de sangre, fiel emblema,
como el sol que renace en la alborada,
desafiando el dolor y su anatema.
La patria se alza, madre dolorida,
con el orgullo firme como un lema;
en su pecho, la herida no se apaga,
mas su llama de honor nunca se quema.
Oh, tierra inmortal, cuna bendecida,
que en su mar y en su cielo lleva el canto
de un pueblo que no cede ni se inclina.
Tu espíritu, aún en la noche erguido,
es testimonio eterno de que el llanto
es fuerza que transforma y no se extingue.