Órbita sin roce
Hay una distancia pulida entre los cuerpos,
una geometría del recato milimétrico.
Todo está dispuesto sin herir la moral:
formas suaves, contornos limpios,
ningún roce, ningún cruce,
ni siquiera la sombra del deseo.
Y sin embargo,
el metal recuerda
la urgencia de los mundos.
Allí donde la carne fue velada por pudor,
la idea permanece:
una promesa suspendida,
como un grito contenido en la garganta del cosmos.
Oh, gravedad de lo no dicho,
de lo no mostrado,
de lo implícito que arde bajo el frío formalismo.
No hay contacto,
pero hay tensión.
No hay unión,
pero hay órbita.
Y a través del blanco intacto del espacio,
viaja aún el temblor
de todo lo que no se tocó.
