El alfabeto español ha perdido un hijo
En un rincón del viejo abecedario,
donde las letras danzan con alegría,
se escucha un lamento, un triste relicario,
pues ha partido un hijo en su agonía.
El “Ch” que en cuentos susurra encantado,
y el “Ll” que en leyendas desliza su voz,
se han visto condenados, un destino sellado,
como sombras que huyen, sin rumbo atroz.
La RAE en su decreto, con frialdad,
ha decidido que son solo un digrafo,
pero en cada palabra, en cada amistad,
hay un eco profundo, un sabor a trabajo.
Adiós a las risas de “chiste” y “chico”,
adiós a las luces de “llama” y “llanto”,
la lengua se achica, se vuelve un suspiro,
y en su vasto océano, hay un hueco tanto.
Los abuelos narraban, con arte y pasión,
historias tejidas en “lluvia” y “choclo”,
ahora quedan huellas, un eco en la razón,
como notas perdidas en un viejo manto.
Pero el alma del habla no se rendirá,
en cada rincón, en cada corazón,
las letras que amamos siempre vivirán,
pues el lenguaje es fuego, nunca prisión.
Así, en este duelo, celebremos su andar,
que el “Ch” y el “Ll” habiten en nuestra voz,
aunque en papeles ya no puedan brillar,
en la esencia del pueblo, siempre serán dos.
