Oigo el lamento del río solitario,
Su llanto triste, un eco desgarrador.
Mientras trinan las aves de la noche,
Una sinfonía lúgubre y penosa.
La oscuridad envuelve mi alma,
Como un manto pesado y sofocante.
La soledad me abraza con su fuerza,
Dejándome perdido y errante.
El río fluye, imparable y cruel,
Llevándose mis sueños y esperanzas.
Las aves nocturnas cantan su dolor,
Un coro de lamentaciones y añoranzas.
En este reino de sombras y tristeza,
Busco un destello de luz o alegría.
Pero solo encuentro un vacío inmenso,
Que me consume y me deja sin vida.
Oh, noche cruel, que me hundes en el abismo,
Robándome la paz y el sosiego.
Oigo el río, oigo las aves y sus sonidos,
Un réquiem por mi alma que clama al cielo.