La luna, cual vigía, se alza sobre el río,
y en su fulgor callado despliega su esplendor.
La noche se sumerge en un profundo ardor,
el tiempo va cayendo, solemne y frío.
Los ecos del pasado resuenan en la estancia,
memorias que se cruzan cual hilos de cristal.
El alma, entre suspiros, contempla lo fatal:
la vida se renueva dejando su fragancia.
Las llamas danzan suaves al borde del confín,
la estrella se avecina marcando lo futuro.
Un fuego en los rincones reluce tan puro,
que el año se despide cual huésped del festín.
Que el viento traiga calma y sueños al abrigo,
que en este nuevo ciclo seamos el testigo.