Eras luz dorada en tardes de calma,
curva y sonrisa, un sueño en su palma.
Él, trazo inquieto, pincel obsesivo,
tú, la armonía de un mundo cautivo.
En lienzo y en sombras tu rostro se quiebra,
azul y violeta, pasión que enhebra.
Su mano te amolda en formas cambiantes,
ojos dispersos, cuerpos vibrantes.
Fuiste la musa de amor y tormento,
río sereno y fuego en su viento.
Y aunque en cubismos tu imagen se pierda,
sigues flotando en su estela eterna.