Bajo la luz de un París inquieto,
te encontró su mirada voraz,
tú, la joven de risa en secreto,
él, un genio de sombra y de paz.
Tu rostro de líneas tan puras,
redondo, etéreo, lunar,
se fundió con su fiebre y locura,
con su trazo febril y angular.
Fuiste musa, fuiste amante,
en colores te supo esculpir,
y en sus lienzos, vibrante,
eras sueño de un arte sin fin.
Pero el genio es tormenta y abismo,
y su amor, un hechizo feroz,
prisionera en su propio espejismo,
te perdiste en su mismo fulgor.
Marie-Thérèse, de dulce silueta,
un retrato que nunca murió,
sigues viva en la tela secreta,
donde el tiempo jamás la borró.