Con ojos brillantes y pluma en la mano,
declama sus versos con aire temprano.
“El viento esculpe montañas y rocas,
las pule, las rompe, las vuelve remotas.”
Le digo con calma, con voz de maestro:
“El agua es quien labra con pulso más diestro.
Es lluvia, es río, es mar incansable,
erosiona la piedra de modo implacable.”
Pero él, testarudo, con gesto inspirado,
me mira y responde, casi ofuscado:
“El viento susurra, el viento esculpe,
modela las cumbres, las nubes las surte.”
Sonríe y sentencia con fe verdadera:
“Si el viento no erosiona, que baje y lo vea.”
Yo río y suspiro, pues sé con certeza,
que un alma de poeta no cambia de idea.