No le digas que hoy es lunes,
que la casa no es su casa,
que el espejo no refleja
a quien busca en su mirada.
No le digas que no estuviste
ayer en su cumpleaños,
aunque ayer
fue hace veinte años
y el pastel ya se ha borrado.
No le grites,
que su mente
se deshace entre tus manos.
Que sus días son un eco
de un mundo desdibujado.
Solo dale lo que quede:
tu paciencia,
tu silencio,
tus palabras en voz baja,
una mano en su recuerdo.
Y si un día no te nombra,
no preguntes,
no hace falta.
El amor, aunque se pierda,
se le queda entre las almas.